“Perros”, por @AlexxxAlmazan

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Crecí en el barrio y allá los perros no se pierden; están tan acostumbrados a la calle que saben a dónde llegar siempre para que les hagan lisonja y ellos se laman las heridas. Acá en la Roma, donde ahora vivo, los perros suelen andar con correa, los hacemos un poco más inútiles.

En el barrio les damos de tragar lo que sea: sobras, basura y hasta ayudan a contener las plagas de ratas o cucarachas. Acá en la Roma hay quienes tenemos perros con alergias y debemos comprar la nunca barata croqueta hipoalergénica; unos, lo juro, comen incluso mejor que un niño del barrio.

En el barrio, el perro es amigo de todos, juega con los chamacos, los chamacos le pegan, muerde. Acá en la Roma solo es amigo de nuestros amigos y casi siempre, a la hora de convivir con otros perros, se comporta muy mamón.

En el barrio es muy raro el perro que tiene un nombre espectacular; de cualquier forma nos dirigimos a él como Pinche perro. Acá en la Roma buscamos motes estrafalarios (Handalah se llama mi perro) o de plano muy hipsters (Mailer, Mole); la mayoría, sin embargo, les decimos el Niño, la Niña, Mijo, la Nena.

En el barrio, el perro casi nunca duerme adentro de la casa porque ahí apenas y cabemos los humanos. Acá en la Roma son muchos los perros que duermen en nuestras camas, roncan y se tiran gases. En el barrio, el perro se moja, aguanta el frío. Acá en la Roma hay quienes le compran impermeables y suéteres (mi ex mujer fue una de ellas).

En el barrio, el perro busca ganarse el cariño, hace piruetas, nos comprueba su lealtad. Acá en la Roma no necesita la empatía; entiende que, de todas maneras, le daremos de comer, le pondremos su agua y seguiremos queriéndolo.

En el barrio, muy rara vez llevamos al perro con el veterinario y esperamos a que haya una campaña antirrábica para vacunarlos. Acá en la Roma pasan más tiempo en la veterinaria que un diabético en el hospital. En el barrio, el perro odia el agua, así que mejor ni lo bañamos. Acá en la Roma hay incluso un spa: a 450 el corte de pelo y a 200 el baño.

En el barrio me ha tocado ver a raza que se va de viaje y ahí deja al perro, en el patio; siempre habrá un alma caritativa que le aviente un hueso. Acá en la Roma hay quienes los llevamos a una guardería y rogamos por cuidados perfectos, como si cuando volviéramos el perro nos fuera a decir que comió tres veces al día, que le leyeron, que se echó su siesta. En el barrio es normal que los perros se apareen; importa un carajo que haya 120 mil perros callejeros. Acá en la Roma parece estar prohibida la reproducción; los castran o los esterilizan en nombre de la preservación del planeta.

En el barrio, el perro se caga donde sea. Acá en la Roma la gente te ve mal si no recoges la mierda. En el barrio, nadie entrena a los perros; aprenden a golpes. Acá en la Roma pululan los entrenadores; por 150 pesos tienen sentado a tu perro en un parque. En el barrio se festeja todo, menos el día del perro. Acá en la Roma parecen nunca festejar nada, salvo hoy, domingo 21 de julio, día del perro.

En pocas palabras: en el barrio, el dueño no entiende que un perro es una mascota. Acá en la Roma, tampoco.

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*Estudió comunicación en la UNAM. Ha colaborado en Reforma, Milenio y El Universal y el semanario Emeequis. Es tres veces Premio Nacional de Periodismo en Crónica. Autor de Gumaro de Dios, El Caníbal, Placa 36, Entre Perros y El más buscado.

 

 

(Alejandro Almazán)