‘Polymarchs’, por @alexsanchezmx

Le tocó ir a los bailes callejeros de Polymarchs cerca de Iztapalapa hace 30 años, donde se emborrachaba con aguas locas, esa mezcla de aguardiente de caña y Kool Aid (saborizante artificial en polvo). Norberto Chávez, entonces chalan de un maestro albañil, se colaba con su palomilla a las bodas o quince años, cuyas familias cerraban las calles y contrataban al sonido móvil para amenizar el jolgorio.

Por esas fechas se consolidaba el boom de los sonideros en los barrios y colonias populares de la ciudad de México, pero a diferencia de sus compas que se fueron a seguir al Patrick Miller, La Changa, el popular sonido que todavía se caracteriza por mandar saludos toda la noche (Saludosdosdosdosss para el amigogogogogooo.. El pollollollollooooo… Ahí estátátátááá) y por sus ritmos guapachosos, Chávez alardeaba con sus movimientos al ritmo de la música disco.

Era de los que atraía la atención. Siempre acababa en medio de una rueda de gente que admiraba su repertorio. Entre la bola nunca faltaban los de la palomilla que traían una mona en la mano (estopa con tinher) que inhalaban hasta diez horas al día. Eso sí no le gustaba a él porque decía que eso apendejaba los reflejos.

Los chavos del barrio que tenían mejores posibilidades y aunque una o dos veces al año podían comprarse tenis Reebok, Adidas o Nike decían que ese tipo de tocadas era de nacos. No se diga lo que pensaban los chicos de otros estratos sociales y de colonias como Narvarte, Roma, Condesa, Del Valle o Polanco.

Pero pasó el tiempo. La mezcla de sonidos y el talento de los hermanos Silva -de donde sale el nombre del equipo del sonido móvil: Apolinar (Poly), Mary (Mar) y Alicia, Lichi, (Ch) y la primera letra del apellido (S)- que los ha llevado a escenarios públicos y cerrados como el Palacio de los Deportes o el World Trade Center, así como la nueva movilidad social ahora conjunta a todas las clases sociales. Chávez, aún albañil y ahora abuelo de dos nietos, sigue yendo a los bailes de Polymarchs, a veces también se mueve a la del Patrick Miller de música electrónica alternativa de los ochentas, noventas y el high energy en un bodegón de la colonia Roma, en cuyos casos el asunto de las clases sociales y el estatus dejó de ser prejuicio, al menos durante las horas de baile.

Lo mismo se ven abuelos, hipsters, mecánicos, oficinistas, directivos o mireyes bailando frente a frente. No importa que sean hombres con hombres. Gays o no gays.

Pocos escenarios muestran esta mezcolanza en la ciudad de México. Al salir inmediatamente cada quien retomará su estatus, pues están los choferes esperando a sus patrones o los que esperarán como Norberto Chávez hasta cuatro horas a que el servicio del Metro abra sus puertas para volver a sus suburbios.

(ALEJANDRO SÁNCHEZ / @alexsanchezmx)