“Qué miedo”, por @wilberttorre

Jon Lee Anderson es un talentoso escritor en The New Yorker, una célebre revista literaria de la Gran Manzana. Es un corresponsal de guerra comprometido y valeroso que ha reportado desde Irak, Afganistán, Uganda y Líbano las cosas más atroces. En Liberia preguntó al presidente Charles Taylor, a quien había visto asesinar a una persona, si era cierto que tenía un cubo de sangre humana que renovaba todos los días y bebía por las mañanas, y el dictador no lo negó. Un día en Boston, en plena guerra calderonista contra el narco, Jon dijo que creía que detrás de la brutalidad de la violencia había algo obscuro, encubierto y escondido en los mexicanos.

El pensamiento de Jon me ha dado vueltas en la cabeza durante años, tratando de encontrar respuestas. La violencia no comenzó con la guerra contra el narco. Años antes de que los narcotraficantes comenzaran a cortar cabezas y repletar con cuerpos fosas clandestinas, Carlos Monsiváis decía que en México era necesario un libro que explicara  los linchamientos que sucedían en los pueblos, una forma primitiva de hacer justicia por propia mano.

La semana pasada, en un solo día, varios martillazos de brutalidad mexicana me recordaron la reflexión de Jon Lee Anderson.

En Tamaulipas cuatro alumnos mecieron a uno de sus compañeros y lo arrojaron contra un muro. El niño de 12 años murió con el cráneo destrozado.

En el Estado de México un niño de 8 años subió a un camión frente a su casa, encendió el motor, atropelló a cuatro mujeres y mató a dos.

En Veracruz un niño de 12 años peleó a golpes con su hermano de 10, le azotó un ventilador en la cabeza y lo mató.

Cuatro muertes absurdas en menos de 24 horas.

Unos días después, en Zapopan un hombre quemó con gasolina ocho cachorros y a su madre, que sobrevivió.

Iracundos, los vecinos merodean la casa del hombre, amenazando a su familia.

En una casa del DF una madre amordazó a su hijo y lo ató de pies y manos como una lección a su mal comportamiento.

¿Qué se oculta en los mexicanos detrás de una violencia tan brutal? ¿Qué ha sucedido las últimas décadas o qué ha hecho o dejado de hacer la sociedad para que sucedan estas barbaries?

Una primera respuesta puede ser un extraviado sentido de respeto por la vida. La brecha abismal en las oportunidades que reciben unos mexicanos y otros nos han convertido en una sociedad con hombres y mujeres llenos de resentimiento. Habría qué indagar sin juzgar, qué moral habita en comunidades que han vivido una generación tras otra en medio de la pobreza, el abandono y la ignorancia.

Una segunda respuesta puede ser la ausencia escalofriante de comportamiento colectivo de sociedad. Si vemos el semáforo en verde atravesamos el auto a mitad de la avenida, sin reparar en los autos atrapados en el tráfico y bloquear el paso a los demás. Si vemos a un ciego pasamos junto a él sin tomarlo del brazo. Si el metro está repleto, los hombres pasan por encima de mujeres y niños. Si tu perro caga en la calle no la recoges porque no es tu casa.

Una tercera respuesta puede ser la falta de respeto por la ley. Si un policía te detiene eres capaz de golpearlo. Hemos elegido vivir en un país sin moral y sin leyes. ¿Por qué los mexicanos que emigran a Estados Unidos respetan la ley y a la autoridad? ¿Qué futuros mexicanos estamos creciendo padres y maestros?

Qué miedo.

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(Wilbert Torre / @WilbertTorre)