¿Qué pasó con la estética unisex?

Hubo un tiempo, tal vez a partir de los ochenta, en que era aceptable para un hombre cortarse el pelo en una estética unisex. Había que escapar de los cortes anticuados y casi militares de las viejas peluquerías de cilindro azul, blanco y rojo, e intentar desde el champú con agua tibia hasta el secado con pistola para verse socialmente aceptable. Muchos salones de belleza se agarraron de esa oportunidad para convertirse en estéticas que atendían hombres y mujeres por igual. Fue, por decirlo así, un hito en la historia de la masculinidad, un triunfo del ethos gay y un golpe igualador de las mujeres.

Hoy, sin embargo, el panorama es el siguiente: estoy a las siete y media de la mañana en un popular gimnasio de cadena localizado en el corazón de la colonia Roma. El 80% de los jóvenes esforzados que me rodean trae barba, pero no cualquier barba, sino varios centímetros de vello facial que los hace ver, como dicta la moda de Brooklyn, como leñadores en pants. Pero a diferencia de los leñadores de verdad, su barba les debe costar unos 300 o 400 pesos a la semana. Mil 200 pesos al mes.

El gimnasio en cuestión está rodeado de barberías, tal vez el negocio con mayor expansión en la ciudad. Un artículo de Buzz Feed México, publicado en 2015, me da la razón. Se llama 19 barberías que debes visitar antes de entrar a una estética unisex. Lista lugares en la colonia Roma, Narvarte, Polanco, Condesa y Juárez, es decir, la mecca de los jóvenes barbones. Según las fotos, las convención de lo que es aceptablemente masculino en 2015 es un look tan esmeradamente cuidado como el de la estética unisex, pero ahora cultivado en salones estilo inglés, atendidos por peluqueros igualmente barbados (o más) y tatuados, donde se escucha rock de los años cincuenta, se bebe café o ginebra Hendricks. La afectación no cambia.

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            Hubo un tiempo en que caí también en esa moda. Un día me dejé crecer la barba y, para mi sorpresa, cubrió la cara (yo pensaba que, a lo más, iba a lograr un campo facial de pelo ralo). Iba a una barbería que estaba en la calle de Monterrey: resultó un negocio tan exitoso que un día perdí una cita y sólo la pude rehacer luego de tres o cuatro semanas de espera. Cambié de barbería pero estaba igual de llena.

Seguro los empresarios tomaron nota y comenzaron a abrir establecimientos por toda la zona, hasta que la oferta pasó a la demanda. El otro día me encontré en la calle al barbero que me atendía en la calle de Monterrey. Se había dejado crecer aún más la barba y había abierto un establecimiento a la vuelta de mi oficina que estaba permanentemente vacío. Como con el petróleo, la oferta pasó la demanda. Ahora, lo común es ver barberías solas, ocupadas por hombres rudos y barbados que juegan Candy Crush. El otro día pensé hacer lo contrario de lo que recomienda Buzz Feed: visitar de nuevo una estética unisex, sólo que ya no encontré ninguna. La que está a la vuelta de mi trabajo anuncia botox capilar y precios especiales para novia. Tendré que esperar a una nueva vuelta en nuestra historia de la masculinidad para animarme a entrar.