‘Seamos mexicanos’, por Guadalupe Nettel

Tras los enfrentamientos ocurridos en Gaza en los últimos días, no dejo de encontrarme —ya sea en la calle, en la prensa o en las redes sociales—  comentarios furiosos en contra del pueblo judío. Por un lado me entristece que la gente identifique al gobierno de Israel con todos los que tienen ese origen. Por otro, me sorprende la autoridad con la que opinan acerca de un conflicto tan largo y tan complejo desde sus inicios, con miles de muertos en ambos bandos. Me pregunto por qué la gente se identifica tanto con esa guerra en particular y no con otras terribles, como todas las guerras, que están sucediendo en el mundo.

Sin ir más lejos, entre el jueves y el viernes pasados fueron asesinadas en Siria más de setecientas personas —muchas más de las que murieron en Gaza en el mismo lapso de tiempo— y no he visto que nadie se indigne por eso.

Me gustaría saber si quienes hablan tanto sobre el Medio Oriente, como si tuvieran conocimiento de esa realidad compleja y geográficamente tan lejana, conocen el nombre de su delegado y sus diputados y también si su reacción hacia Israel es proporcional a la que les producen los crímenes que suceden en nuestro territorio.

Aunque a veces parezcamos olvidarlo, aquí también hay marginados así como personas desterradas por la violencia que deben emprender el éxodo, ya sea hacia otras regiones o hacia la frontera con Estados Unidos. De los once millones de indígenas que viven en este país, setenta y dos por ciento se encuentra en la miseria. Sin embargo ese no es un tema que esté de moda y la gente, aunque debería, no sale a la calle a manifestarse por ello. Es obvio que la opinión pública se maneja con mucha facilidad.

Tanto al gobierno como a la prensa mexicana o estadounidense les conviene que pongamos nuestra atención en lo que está sucediendo del otro lado del mundo y no en lo que ocurre aquí en nuestras narices. Es muy fácil distraer a la gente resucitando un odio y un prejuicio injustificado, como son los prejuicios por naturaleza, pero ancestralmente enraizado. Hace poco, a unos amigos que hacían turismo en Tel Aviv un israelí les preguntó con sincera preocupación cómo podían vivir en un lugar tan riesgoso como México.

No le faltaba razón: este lugar es peligroso e injusto. Los secuestros y los casos de feminicidios siguen siendo cotidianos y el poder del narco no deja de aumentar. Nunca he visto que el gobierno de Estados Unidos, sus políticas y sus guardias que matan constantemente a quienes intentan cruzar su muro, cause una virulencia como aquella con la que la opinión pública internacional acusa a los judíos —a todos los judíos—  por el bloqueo hacia Gaza.

Tampoco veo que mis compatriotas se subleven contra la impunidad de la que gozan los responsables del incendio ocurrido en la guardería ABC o por las condiciones de vida que tienen los huicholes. No digo que debamos ser indiferentes a la guerra en Medio Oriente, como tampoco debemos serlo a lo que ocurre en el Tíbet, en Ruanda o en Irán, pero me parece que en nuestra agenda de indignaciones debería de haber prioridades. “Todos somos palestinos”, puede ser… (siempre y cuando no implique odiar a nadie) pero antes, por favor, seamos todos mexicanos.

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(GUADALUPE NETTEL / [email protected])