Somos unos malagradecidos

Eso nos pasa por andar apoyando a esos hijos de la chingada”.

La frase, según la crónica publicada por el periódico Reforma, es de la diputada priista Yolanda de la Torre. Y fue el único comentario que le mereció a esta duranguense el discurso que había leído Rodolfo Neri Vela, el astronauta mexicano, al recibir este martes la medalla Eduardo Neri al Mérito Cívico, en la Cámara de Diputados.

Neri Vela había tenido la osadía de decir en la tribuna que “la corrupción de políticos y empresarios ha aumentado descarada y escandalosamente”.

Pero lo cierto es que esta frase bien podría resumir 2015, porque es la respuesta con la que nos topamos periodistas y ciudadanos cuando exhibimos o le exigimos algo –rendición de cuentas, eficiencia, servicio, resultados- al poder, sean los legisladores o cualquier servidor público. ¿No nos basta con que “trabajen tanto para nosotros”?

Basta revisar lo que los propios diputados declararon cuando se les preguntó por qué recibirían un bono de 150 mil pesos, adicional a su salario y el aguinaldo.

“Trabajo bien, hago la parte que me corresponde” dijo, por ejemplo, Jorge Carlos Ramírez Marín, vicecoordinador del PRI y exsecretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano.

El yucateco, no está de más recordarlo, llegó al Congreso a pesar de haber incumplido una orden directa del Presidente, que se tradujo en protección a corruptos. Porque fue él quien se negó a investigar, tras el paso de los ciclones Ingrid y Manuel, quiénes habían sido responsables de construir sin permiso en Acapulco, provocando daños millonarios, a pesar de que esa había sido la orden presidencial.

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La frase también la podría haber usado el diputado del PVEM, Leonardo Rafael Guirao, al ver que los cajones para bolear zapatos que le regaló a una decena de niños en Tapachula, Chiapas, habían sido pintados de negro, cuando su color original era el verde para así promover a su partido. ¿Cómo se atrevieron a hacer eso estos niños?

¿Qué sanciones habrá a estos legisladores, uno por proteger corruptos, otro por explotar el trabajo infantil? Seguramente ninguna.

La frase y casos como estos dos que menciono –aunque podrían ser mucho, muchos más- resumen bien 2015, un año en el que la impunidad de nuestra clase política siguió intacta. No hay sanción a su ineficiencia. No hay, de su parte, ningún interés por rendir cuentas.

Ese es un triste balance de este año: Desde el gobierno, desde la clase política, se mira con desdén al que demanda resultados, se mofan de las encuestas que marcan al Presidente como el peor evaluado de la historia, ignoran las que marcan al Congreso y los partidos como las instituciones más desprestigiadas.

¿A quién le importa que esas encuestas reflejen lo que opina cada ciudadano de a pie?

Por el contrario, desde el poder se insiste en vernos como “malagradecidos”. Ellos, quienes merecen bonos millonarios, trabajan “para nosotros”. Y nosotros les damos estas respuestas. Cómo no nos van a lanzar un “eso nos pasa por andar apoyando a esos hijos de la chingada”.