“Todos son iguales”, por @dmorenochavez

No importa si es Javier Sicilia, #YoSoy132, Alfonso Cuarón o José Manuel Mireles. Siempre ocurre lo mismo.

¿Por qué los medios de comunicación nos empeñamos en demoler la esperanza?

A ver si me explico. No debato aquí si son buenos o malos cada uno de los mencionados. Menos pretendo que todos, en coro, celebremos cada cosa que hagan o digan. Es evidente que cualquiera de estos nombres genera opiniones de todos colores. Eso no me preocupa. La opinión pública no es, ni tiene por qué ser, unánime. Mi bronca no es esa.

Mi bronca es con el periodismo. Con la disposición de lanzarnos como jauría en contra de cualquier movimiento social o líder que represente para algunos un poco de esperanza. Hablo de la decisión editorial de publicar notas destacadas, en portada, que los igualan con lo peor, exageran sus errores, centran el foco en sus polémicas, en sus resbalones. Por ejemplo, José Manuel Mireles y su novia de 18 años.

¿Le damos el mismo espacio a lo que despiertan o a los que los motivan?

Las víctimas dejaron de ser un número por el Movimiento por la Paz. Sus familias salieron a la calle, alzaron la voz, se hicieron oír… pero preferimos dedicarnos a discutir los besos de Sicilia, sus chalecos y sus opiniones sobre casi cualquier tema.

Los jóvenes recobraron la esperanza de que había otra forma de hacer política y de que tenían voz propia con #YoSoy132, pero optamos por malcontar el número de asistentes a sus marchas y tapizamos nuestras portadas con “documentos de inteligencia”, que supuestamente probaban sus vínculos con López Obrador.

¿Cuántos párrafos invertimos en criticar que no dejaban entrar a reporteros a sus asambleas, en contraste con lo que dedicamos a sus demandas?

E hicimos lo mismo con el resto. Basta ver las portadas de una buena parte de los diarios, las notas, las órdenes de trabajo que recibían los reporteros, las fotos que nos gusta destacar a los editores.

Insisto: no me meto con las opiniones. Hablo de periodismo, de ese que también tiene la obligación de mantener viva la esperanza, de buscar soluciones, de asumir su responsabilidad como “los ojos de la gente”.

“La gran tarea investigativa de un periódico y de todo periodista es buscar posibilidades y, por consiguiente, apuntalar la esperanza de la sociedad. Ese es el gran poder que tenemos en nuestras manos. Nosotros podemos precipitar a la sociedad en la desesperanza o la podemos encumbrar en la esperanza”, dice Javier Darío Restrepo.

Tengo claro que es un planteamiento complicado, porque es susceptible de confundirse con la autocensura o con tener una cobertura complaciente con los movimientos sociales. En realidad sólo aspiro a un periodismo que no apueste por demoler, que asuma que nunca se informa inocentemente, que somos corresponsables del desencanto ciudadano en la democracia y que atacar el cambio es la mejor vía para defender el status quo.

¿Hasta dónde los medios en México asumimos esa responsabilidad? Decía Ryszard Kapuscinsky que cuando iba a la guerra buscaba “la ternura, la compasión y la solidaridad”, no la muerte. Guardadas las obvias proporciones, ¿qué buscamos nosotros?

Hoy creo que los medios estamos empeñados en insistir que la única vía para hacer política son los partidos, que no hay disenso posible, que todo es corrupto o, al menos, corruptible.

Para ese periodismo, nuestro periodismo, la esperanza no sirve, no tiene cabida, no existe.

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(DANIEL MORENO / @dmorenochavez)