‘¿TodosSomosSimios?’, por @mariocampos

La respuesta en redes sociales fue contundente: miles de tuiteros expresaron su rechazo a las expresiones racistas de un ex funcionario municipal de Querétaro. La indignación en medios no se quedó atrás. Con notas y comentarios se expresó un repudio que dejó en claro qué clase de sociedad somos y queremos ser. ¿Será? Ojalá todo fuera tan sencillo.

Porque más allá de la vehemente expresión publicada en redes sociales y medios tradicionales, la realidad cruda y dura es que somos una sociedad profundamente discriminadora. ¿No lo creen? Hagamos un breve ejercicio: ¿De las 30 entidades más el DF, cuántas son gobernadas por mujeres? Cero, nada. ¿Cuántas presidentas de partido hay? Ninguna.

Eso en el departamento de machismo. ¿Y en el de la xenobia? Pues tampoco andamos muy bien que digamos. Nomás vean cómo le fue a Sinha o a cualquier otro de los nacionalizados mexicanos que fueron convocados en su momento a la Selección Mexicana de futbol. O pregúntenle a cualquier extranjero que viva en nuestro país, cómo le va si se atreve a opinar de la política nacional.

Y así nos podríamos seguir. ¿O a poco creen que Teresa Álvarez, la esposa del gobernador de Durango, es la única que piensa que la homosexualidad es algo que se debe atender como si fuera una enfermedad?

No sé si en el resto del mundo pasa igual pero en México nos encanta señalar a ciertas personas como si fueran las manzanas podridas de la sociedad. Los cachamos, los juzgamos, los sentenciamos y sentimos que al exhibirlos ya tenemos una sociedad mejor. Porque así la bronca siempre son los otros, nunca nosotros.

Qué bien que en México se sepa que hay expresiones denigrantes que no deben ser toleradas. Pero no es suficiente con caminar hacia una sociedad de lo políticamente correcto, si sólo cambiamos nuestra forma de expresarnos, y no modificamos nuestra conducta o la forma de vernos a nosotros mismos y de percibir a los otros.

¿O de qué sirve que ahora cuidamos más el lenguaje machista si las mujeres siguen ganando menos por los mismos empleos que realizan los hombres?, ¿o que seamos “muy liberales” si en las escuelas hacemos bullying a los que se atreven a ser diferentes?

Así que valdría la pena que antes del próximo escándalo nos miremos al espejo para reconocer, con honestidad, cuál es la carga de prejuicios que andamos cargando y qué vamos a hacer al respecto para evitar que se conserven y reproduzcan en las próximas generaciones. Sin duda con eso ayudaremos más que con solo sumarnos al próximo linchamiento en el Supremo Tribunal de la Comunicación.

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(MARIO CAMPOS / @mariocampos)