Uluccus Mancera, por @BienvenidoMiron

No voy a pedir permiso,
ni pedir la palabra,
quien quiera escucharme,
bienvenido a esta sala.

Ana Tijoux

El contexto lo es todo: mientras afuera la gente intenta probar que tiene la razón, aquí dentro defender la cordura propia es síntoma de que el paciente no está curado aún. Entre loqueros suele decirse que la persona demente defiende su buen juicio, tanto como el criminal lo hace con su inocencia. Por ello a los aprendices de siquiatra les enseñan a dudar de todo cuanto escuchan y a desconfiar sobre la mitad de lo que miran.

A mí me tomó tiempo aprender las dos reglas básicas del Pabellón Nueve:
1) el paciente está enfermo hasta que se demuestre lo contrario y,
2) el paciente no puede demostrar nada, ni darse de alta a sí mismo. Ahora hago todo lo posible por darle la razón a los médicos, con la esperanza de que un día ellos reconocerán la mía.

Esta mañana vino a visitarme el doctor H. La Bojo, la más cuerda de todas las enfermeras, le habló bien de mi. A pesar de mi bata vieja y un pijama percudido, lo recibí como si fuera el embajador de Gran Bretaña y yo el de Belice. Hizo preguntas de rutina y se despidió sin que yo pudiera descifrar el hilo que en su cabeza va tejiéndose sobre mi estado de salud.

Cuando quedé solo maldije el golpe que me dieron en la cabeza y también al agente de policía que lo vio todo, sin hacer nada. Saliendo de aquí debería yo demandar a la autoridad porque es culpa suya que esté recluido.

Tengo envidia de Miguel Ángel Mancera, alcalde de la ciudad, que está más loco que yo pero todos lo toman muy en serio. Gobierna desde un cuarto de hospital, en terapia intensiva, y nadie pone en duda su razón. El viernes de la semana pasada lo tuvieron durante cuatro horas dentro de un quirófano, le abrieron el corazón con un cuchillo y sin embargo, el sábado al despertar, convocó a una rueda de prensa para negar su estado de salud.

Por radio transmitieron la cita con los periodistas donde, por vía telefónica, pidió disculpas al no poder atenderlos de manera personal. Luego aclaró que se sentía magnífico y dijo: “si no es porque me pude ver un poquito la herida no estaría muy convencido de que me intervinieron”.

¿Me explico con lo del contexto? A uno le dan un mazazo en la cabeza y deja de ser persona seria. A otro le perforan una aurícula y puede decir sandeces sin que nadie cuestione su salud mental. La única diferencia entre ese señor y yo es que por mi no ha votado todavía nadie.

Ahora que me dé de alta el doctor H voy a dedicarme a la política. Así nunca más volverán a dudar de mi cordura. Poco importará lo que los otros miren o escuchen porque el contexto estará de mi lado. Si me place daré conferencias de prensa desde el Pabellón Nueve.

No está claro el origen la palabra loco; en mis clases de etimología solía enseñar que el término proviene del latín Uluccus, el cuál quiere decir búho. “Uo, uo, uo,” así hacen esas aves, igual que algunos de nosotros cuando nos burlamos de los que están supuestamente sanos. Ese sonido que profiere el búho en medio de la noche dio sentido al término.

Uluccus me dieron ganas de decirle al señor Mancera cuando anunció que, a pesar de haber atravesado por una operación grave, sostendrá todas las mañanas una reunión con los integrantes de su gabinete para asegurar que las actividades del gobierno de la ciudad de México sigan normales.

Un hombre temporalmente enfermo que con su corazón partido nos hace a todos “uo, uo, uo”, y es que, antes de su ingreso al hospital no era costumbre suya reunirse por las mañanas con los funcionarios de su gabinete.

La palabra “negar” viene del latín Negare y es de uso general para todas las épocas. La realidad negada es cosa de Uluccus pero también de politicus. Si como Mancera da la espalda a sus problemas de salud, lo hace igual con los asuntos de la ciudad, con razón estamos tan jodidos.

“Uo, uo”, ven Mancera a visitar el Pabellón Nueve que aquí unos señores vestidos de blanco dan cursos intensivos de realidad.

 

(BIENVENIDO MIRÓN / @bienvenidomiron)