‘Vivir para sobrevivir’, por @diegoeosorno

El periodismo en el noreste de México -la región más abandonada social y políticamente al control de la mafia- puede ser un ejercicio de vértigo en el que se vive para sobrevivir.

Contar historias en una jaula con leones ha llevado a muchos reporteros a una profunda reflexión en medio de ese vértigo. Hay quienes optan por el silencio de la supervivencia, mientras que los cínicos se inclinan por ser ecos amaestrados del poder, pero cada nota o cada crónica libre en este entorno, está impregnada por el resultado de esa reflexión permanente.

Y la paradoja es que así como el periodismo de aquí se ha visto amenazado y atacado, también hemos presenciado un auge. Nunca como ahora ha habido tantos cronistas y tantos buenos trabajos periodísticos. Cuando tu vida está de por medio, lo que escribes tiene vértigo. Por eso estos años de vértigo también han beneficiado al periodismo norestense. Muchas veces se nota un afán vital en ciertos textos.
Los ataques contra periodistas son ejecutados normalmente por gente miserable y cobarde, sin embargo, el problema de fondo es el pacto de impunidad que prevalece entre la clase gobernante de un país como el nuestro, que dejó durante 10 años que Elba Esther Gordillo saqueara las arcas a la vista de todos, sin decirle nada, hasta que vino el reciente ajuste presidencial de cuentas.

Todos sabemos que en la cúpula del poder hay decenas de bribones que gozan de la misma impunidad que gozó Elba Esther Gordillo y vivimos resignados ante ello. De hecho, las opiniones de estos bribones son las que nutren nuestro diarismo, el cual fabrica héroes de cartón y piedra con un esmerado esfuerzo cotidiano. Esta espantosa atmósfera de impunidad irradia a diferentes niveles sociales una sensación de que se puede hacer lo que sea. Las sociedades de Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León están educadas en esa impunidad. Además de Zetas, hay muchas pequeñas y pequeños Elba Esther Gordillo. Por eso, matar a un periodista que denuncia el estado absurdo de las cosas, no representa ningún costo especial.

Por eso, ser un periodista libre puede ser a veces una elección de vida o muerte. Para ejercer tu libertad no se necesita pedirle permiso a nadie, salvo al destino. Quizá en ciertos lugares y momentos se necesita algo de utopía. En ese sentido, me considero entre las personas que tienen más esperanzas que miedo en la vida. Además, suscribo lo que dice un personaje de El Club de la Pelea: “No quiero morir sin cicatrices”.
La información libre y crítica es reprimida en general en todo el continente. Suele ser algo que hacen principalmente los políticos y empresarios.

En el noreste de México, además de políticos y empresarios debemos sortear a los hombres armados del narco o a los que supuestamente combaten al narco. Cualquiera de estos bandos apuesta por la barbarie como forma de vida.

Escribo para las personas que todavía creen en la humanidad. Si no creyera que mis denuncias sirven de algo, estos 17 años como reportero habrían sido una grave equivocación.
De todo el norte de México, creo que Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León es la zona menos explorada y documentada en cuanto a la presencia de la mafia. Y eso pese a que aquí han ocurrido las peores masacres y situaciones de los últimos años.

Hay momentos en que la vida en ciertas ciudades y pueblos de la región es una auténtica tarea de supervivencia. En esos momentos, al igual que todos los demás habitantes, los periodistas simplemente viven para sobrevivir.

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( DIEGO ENRIQUE OSORNO / @diegoeosorno)