Yo, el fanático

Soy ese joven hirsuto y sonriente vestido como árabe acusado de planear los atentados en París. Soy ese muchacho de cabello verde que irrumpió con balas en un cine de Colorado. Soy el narco treintañero que ordenó asesinar y desaparecer a 43 estudiantes. Soy el comandante de las Fuerzas Armadas que decide masacrar a un contingente de civiles desarmados. Soy el patético tirano que ordenó exterminar a los judíos. Soy el gordito de lentes al que un libro le ordenó matar a John Lennon. Soy el niño sicario que trabaja para los Zetas disolviendo cuerpos. Soy Osama Bin Laden. Soy el gobernante de cualquier país que ordena dispararle a sus gobernados. Tú sabes quién soy. Me has visto. Tengo muchos rostros, tengo muchos motivos y dioses. Y te odio a ti. No tengo ningún respeto por tu miserable existencia. Si pudiera te mataba ahora mismo, aunque en ello se me fuera la vida misma.

Soy el depositario de la verdad absoluta, el defensor de Dios (pobrecito, es tan poderoso y no puede defenderse solo), soy el soldado que se ofrece como mártir, el que entiende el valor del sacrificio. No somos iguales. Mis valores no son los tuyos. No quiero ser rico ni famoso ni tener una casa y un coche y una chica o un marido millonario. No quiero escribir un libro ni tener un hijo ni plantar un estúpido árbol. No quiero ser libre. La libertad los ha llevado a hacer del mundo un basurero. Yo soy esclavo de mi causa. Tengo una encomienda y sé acatar las órdenes. La libertad implica elegir. Yo no elijo: sólo hay un camino.

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Estoy aquí para vengar a mi pueblo, para agradarle a Dios, para seguir al libro sagrado, para aplastar su frivolidad y sus pecados. Consagrar mi vida a la lucha que se me ha dado. No he venido a dialogar ni a entrar en razón. No necesito una razón para hacer lo que hago. Sólo argumentan quienes no tienen LA VERDAD. He venido a exterminar al enemigo y resulta que en esta ocasión el enemigo eres tú. Todo eso que eres y que son quienes te acompañan. Y de paso la música estridente que escuchan, sus fiestas, sus espectáculos deportivos, sus políticas rapaces y su impía adoración por el dinero y la corrupción. Odio todo lo que haces porque es la negación de mi existencia. Detesto tu felicidad y tu mundo egoísta y depredador. Estoy en todas partes, me desbordo de odio.  

Quiero que mueras de miedo antes de que te alcance mi brazo justiciero, quiero que se te vaya el sueño y no puedas sacar de tu cabeza que voy sobre ti, que buscaré la manera de destruirte, de exterminarlos a todos, aunque tenga que hacerlo de uno por uno. Y a los que queden, si es que quedan, les iremos enseñando todo nuevamente: las nuevas reglas de ese mundo por el que lucho. Un mundo donde nadie pueda elegir, un mundo de soldados de Dios, del Dios que sea –¡qué importa!– pero soldados dispuestos a morir por su causa. Un nuevo mundo construido sobre las cenizas de estas ciudades que no merecen sobrevivir.