Yo me llevo al Chapo, por @Warkentin

No mostrar a los narcotraficantes detenidos en el esplendor de sus riquezas ←OK.

No decir los alias o apodos de los narcotraficantes detenidos para no generar empatía ← OK.

Echar apenas unas breves imágenes de los narcotraficantes sometidos para mostrar su sumisión ← OK.

Y toda esta nueva narrativa [es un decir] del gobierno federal en materia de lucha contra el crimen organizado se les terminó de venir abajo en un santiamén. Porque no sólo se les fugó Joaquín Guzmán Loera, esa cerezota del pastel que diferenciaba a los “eficientes” priistas de los “inútiles” panistas, sino que en el manejo de crisis [es un decir] las autoridades terminaron de hundir… su propia narrativa.

*Estaba sentado, mirando a la calle. Portero en uno de los tantos edificios de esta chilanga ciudad nuestra. Con lo que la vida de portero implica: esperar largas horas a que algo pase e intuir que la vida siempre está en otra parte. Se rió, pícaro de tierra caliente, y me señaló las patrullas y patrullas y patrullas –en algún operativo fantasma– que pasaban frente a nosotros, todas con foto de El Chapo en un “se busca” en las ventanas. Se rió. Si me encuentro al Chapo, me dijo, me lo llevo a mi tierra, allá a la sierra. Que nos haga calles, túneles, ponga agua y se chingue a los malandros que no nos dejan vivir. ¿Y la policía estatal?, le pregunté. Se rió. Y me miró como con lástima.*

Por aquí y por allá aplauden, los más atrevidos. Los menos lo dicen en corto. Hay una tendencia a convertir hasta en héroe al que logró pintarle mocos al gobierno. Y como bien dice Luis Espino, estupendo analista de discurso: en la reacción social a la osadía del Chapo se espejea el descontento y encabronamiento con gobierno, con autoridades y representantes, con el estado de las cosas. No nos perdamos en la condena rápida a ese aplauso vergonzante; reconozcamos en él nuestro propio túnel colectivo. Y combatámoslo. Lo otro es indignación perdida.

Un alma caritativa debiera, por cierto, recomendarle al gobierno una mejor estrategia discursiva. En estos días nos han dicho con tanto énfasis que ellos hicieron todo bien pero que El Chapo lo hizo todo mejor, que así sólo lograron elevarlo a condición de superhombre, cachi chin querer. Y entonces me acuerdo del portero. Y de su sonrisa pícara. ¡Ni cómo ayudarles, compadres!

Mostrar los detalles de la fuga espectacular del Chapo ← OK.

Apenas comenzar a insistir en que el fugado es un delincuente ← OK.

Perder la batalla para evitar que al delincuente se le llame por su apodo ← OK.

Convertir al narcotraficante en héroe ← OK.

Alguien, definitivamente, está haciendo bien su tarea. Pero dudo que sea el que queramos que lo haga. Y mientras tanto, el portero sonríe.

Él sí se llevaría al Chapo.

(GABRIELA WARKENTIN)