Una lenta despedida

Helen tiene 89 años. Desde hace dos, su vida se ha ido apagando. Primero, un cansancio desconocido. Después, unos pies con sueño. Luego, el cuerpo ya no quiere escuchar. Decide no moverse, no responder. Y finalmente el desmoronamiento: comer, dormir, ir al baño, todo es una misión casi imposible.

Nació en Polonia, habla nueve idiomas y sobrevivió al Holocausto. Ahora, el mundo en el que creció ya no existe. Su esposo está muerto, algunos de sus hermanos están muertos, gran parte de sus amigos están muertos. Y cuando sucede eso, recordar es lo único que ayuda a sentir que entendemos algo, que las cosas tiene un sentido:

“El tiempo sabe. Mientras mi madre me observa, se pierde, o quizás, no sé, cavila, ¿qué piensa?, me pregunto. Tras un rato intenta decir algunas palabras, en ocasiones claras, otras veces inentendibles. Durante esas pausas, mi madre –así quiero pensar– vuelve a los patios de la escuela de su natal Polonia y ahí se queda durante un rato: ‘vivir es ver volver’, mirar hoy es mirara ayer”.

A unos meses de cumplir 90 años, su agenda está compuesta por nombres tachados, pero ella sigue con ganas de seguir. Al menos así lo demuestran sus palabras, sus intentos por aferrarse a los que alguna vez la acompañaron, a lo que alguna vez fue.

Presente y pasado son para ella uno mismo, lo poco que le queda. Se trata de la crónica de una vida a la que le falta prisa y le sobran las preguntas. De los esfuerzos que, en algunos casos, hay que hacer al final del camino para explicar nuestra existencia.

El encargado de narrarlo todo es el hijo de Helen, Arnoldo Kraus, un médico clínico con letra ilegible y autor de varios libros: Morir antes de morir, ¿Quién hablará por ti? Un recuerdo del Holocausto; El tiempo Alzheimer; A veces ayer; Decirse adiós, decirse adiós; Dolor de uno, dolor de todos y Cuando la muerte se aproxima.

(Recordar a los difuntos. Arnoldo Kraus. Sexto Piso. México, 2015. 232 páginas. 199 pesos)

 

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