“Violento silencio de los anarcos”, por @lucianopascoe

Cada cierto tiempo la imagen regresa a nuestros diarios, televisores y redes sociales. Los destrozos de los radicales, los anarco, los que están en contra del régimen, del sistema, de los que tiene que romperlo todo para ser oídos.

Cada cierto tiempo regresan con su violento silencio, con sus ideas ahogadas en enojo, con sus protestas minimizadas por su torpeza, por su propia pequeñez.

Dicen que a los 18 años todos somos socialistas y a los 40 solo siguen siéndolo los que no entienden nada. No se si eso sea enteramente cierto para los de 40, pero si estoy convencido que a los 18 todos somos militantes de algo.

De nuestro equipo deportivo, de nuestra ideología, de nuestro deporte, de nuestra escuela, de nuestra iglesia, de nuestra familia. A los 18 años todos somos un poco mas radicales que a los 40. Y la razón es sencilla, a los 18 años sabemos poco y sobretodo no sabemos lo que podemos perder, porque no hemos aprendido a tener.

Por eso es que cada vez que aparecen estas hordas de muchachos encabronados, extraviados y según ellos bien rudos, no puedo mas que ver un grupo de jóvenes atrapados en su inexperiencia y su confusión.

Revisemos la agenda para entender esto cuan a fondo podamos. Estos muchachos atienden a una marcha en la que no son los personajes principales, pero saben que la turba los esconde.

Todos somos muy valientes en el anonimato de la masa. Todos somos muy valientes en el anonimato de las redes sociales. Y esa valentía es la que detona que, en medio de una marcha de la CNTE (si esos maestros que pasan mucho más tiempo marchando y haciendo retenes que capacitándose para dar clases), unos anarcos encuentren la fuerza para romper vidrios, banalizar tiendas y ‘demostrar’ que ellos opinan que…

Pues opinan que…

Sí, en efecto, silencio violento. No tienen ninguna idea que comunicar con sus destrozos, ninguna postura interesante mas allá de su odio hondo a todo, al sistema, al gobierno malvado, a sus papás. A todo.

Esa es la parte dramática y preocupante de estos anarcos –que para el caso es un término harto sofisticado para lo que representan estos muchachos. Solo están enojados.

Están fuera del sistema, de su lógica de méritos y de éxitos.

Los jóvenes que banalizan en una marcha de la CNTE son tan articulados como los hinchas de futbol que se lían a trompadas por los simples colores que portan.

Ninguno tiene idea de porque hace lo que hace, ninguno tiene idea de cómo dejar de hacerlo, pero todos saben que están fuera del circuito social, cultural y económico.

Decir en una sobremesa que los anarcos son vándalos que deberían estar detenidos, es un lugar común hasta aburrido. El reto está en como damos coordenadas de navegación a tantos jóvenes que no tienen futuro ni destino.

Que encuentran el sentido de su vida en la destrucción del que está enfrente sólo por que no hay nada mas que hacer. Nadie más con quien hablar.

Recuerdo el Consejo General de Huelga de la UNAM a finales de los noventa. Recuerdo como mientras unos promovían la huelga por convicciones y por un sentido de compromiso, bueno o no, con su comunidad, otros lo hacían porque era lo único que les quedaba para ser relevantes, para sentir que existían.

Para saberse participes de un mundo que los tiene, tenia y tendrá borrados de sus mecanismos de avance y construcción de futuro.

La vida misma se volvió imposible. Y por eso el famoso CGH se partió. Se dividió entre los que creían que había un puerto para el movimiento y los que veían al movimiento como un puerto en sí mismo, un mecanismo de existencia básico.

La protesta adquiere entonces un sentido de supervivencia de las personas, si no están construyendo su siguiente protesta no se sienten vivos.

La gran tragedia es que es una protesta vacía, silenciosa en su contenido, sólo visible por su violencia. Pero inexistente en su discurso.

Hemos construido como sociedad la posibilidad de que un reducto de nuestra juventud sólo sepa comunicarse con el estruendo de la violencia y el silencio de sus ideas.

Y eso debemos resolverlo en el corto plazo, y para ello las estructuras viejas y tradicionales como la CNTE no sirven para nada.

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(LUCIANO PASCOE RIPPEY / @lucianopascoe)