“Blatter no tiene vergüenza”, por @Ruleiro

En esta edición de la Copa Confederaciones el futbol ha pasado a segundo plano. El tema, lo que acapara la atención del mundo, no es lo que pasa en la cancha. La mirada está en las protestas sociales que se han generado en torno a este evento. Hay descontento en Brasil y miles de personas están saliendo a las calles a manifestarlo.

Desde acá es difícil descifrar que es exactamente lo que está ocurriendo. Sabemos que el detonador fue un aumento a las tarifas del transporte público en algunas ciudades. El fondo de las protestas —aunque se puede sospechar la profunda desigualdad social que existe en esa nación tiene mucho que ver— no nos resulta del todo claro.

Algunos dicen que detrás de los reclamos de mejor educación y salud para todos hay grupos de derecha queriendo desestabilizar a un gobierno de izquierda. Otros aseguran que la izquierda mas radical es la que organiza las marchas. Los medios también jugaron su rol. Así lo explica el periodista Leandro Morgenfeld en un esplendido texto que publica en la revista Anfibia: “Los grandes medios de comunicación, ese poderosísimo oligopolio que se replica en cada país latinoamericano, también mudaron su discurso e intentaron llevar agua para su molino, alentando la anti-política. De ningunear y criticar al MPL [Movimiento Pase Libre], pasaron a alentar las movilizaciones, destacando las consignas que se oponían al gobierno central y las vinculadas con las denuncias de corrupción”.

Y como decía al principio, increíblemente, el futbol ha pasado a segundo plano. Sí, en Brasil, donde el juego es parte de su historia, de sus ritos y, prácticamente, de su código genético. Y no solo eso, su máxima cita, el Mundial, es vista con recelo. No es de sorprenderse. Los quinientos millones de dólares invertidos para remodelar el mítico Maracaná son un escandalo. Y eso solo es un fragmento de lo que saldrá del erario brasileño para llevar a cabo el Mundial. Se estima que en total les costará 13.3 billones de dólares remozar estadios y aeropuertos. FIFA, según Romario, uno de sus mas severos críticos, ahora ocupando un cargo público, se va a ganar 2 y pico billones de dólares.

Otros expertos dicen que el cuerpo gobernante del futbol mundial se embolsará 5 billones, además de que recibe generosas condonaciones fiscales. Lo que sea, de esa fortuna nada se reinvierte en el país que financia el evento con impuestos de su gente. Lo que le toca a los anfitriones es la llamada derrama económica, que de acuerdo a buena parte de los protestantes solo favorece a las cúpulas y empresas extranjeras.

Mientras tanto, el presidente de la FIFA parece no inmutarse ante las revueltas: “Entiendo que la gente no está contenta, pero no deben utilizar el futbol para hacer que sus reclamos sean escuchado. Cuando el balón empiece a rodar, la gente entenderá”. Solo se vio peor Pelé —sí, aunque no lo crean se puede caer mas bajo—, diciendo que la gente debería dejar de quejarse y apoyar a la selección. Esa si ni nuestros directivos.

Por lo pronto, FIFA ya anunció que lo que está pasando no les da vergüenza porque traerá beneficios al país y que no hay Plan B: pese a todo el movimiento social el Mundial no cambiará de sede.

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*Rulo, Raúl David Vázquez, director editorial de La Semana de Frente. Locutor en Reactor 105.

(RULO)