“Bogotá mon amour”, por Alejandro Almazán

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 1) Siempre había pensado que si el infierno existe, entonces el Metrobús era una de sus estaciones. Ayer, sin embargo, me trepé al Transmilenio de Bogotá y supe que estaba muy equivocado. Acá, para empezar, te dicen que tengas cuidado con la cartera y que ni se te ocurra sacar tu celular.

El aviso te hace sentir en el DF de los ochentas, donde la única ley era la de robar. Luego, cuando pasas los torniquetes, hay tantas rutas y destinos que, si no preguntas, terminarás yendo a barrios peligrosos, donde esperarás que alguien con misericordia te dispare.

No hay mapas ni señalizaciones, así que cuando vuelvas a pedir ayuda, los ladrones comprobarán que no eres colombiano y los verás acercándose a ti. Pero lo peor es cuando el conductor abre las puertas. Acá no entienden que, antes de subir, hay que dejar bajar.

Eso de no tener Metro (llevan 50 años estudiando si lo construyen o no) parece que complica mucho el concepto de civismo. Quizá las dos únicas virtudes del Transmilenio es que, 1) las paradas no son cada cien metros, y 2) que si te roban, lo harán mientras miras a todas esas lindas bogotanas, cuya sonrisa coquetona podría hacer lo que fuera, hasta venderles cocaína a todos los cárteles del mundo. Creo que no volveré a quejarme cuando me suba al Metrobús.

2) La ciclovía bogotona es la octava maravilla del mundo. Y si no lo es, debería serlo. Acá las bicis circulan por las banquetas, que son amplias, y no arriesgan al ciclista a que un conductor te mande a la vastedad del infierno. Acá, también, ningún auto puede invadir la ciclovía; conductor que lo haga tendrá que pagar el dinero que todavía ni ha ganado. Para mi decepción, caminé algunos kilómetros por una de las ciclovías principales sin ver a un ciclista. Dicen que el gentío se mira en las mañanas y yo no voy a interrumpir mi sueño para comprobarlo.

3) Hace poco leía que las autoridades de la Ciudad de México piensan rediseñar el Hoy No Circula. Según esto, se ha pensado en que cierta cantidad de autos no puedan transitar a determinada hora. Bueno, pues acá en Bogotá eso ya existe y es una mierda, diría mi compa Gustavo Bolívar, el escritor y guionista de Sin Tetas No Hay Paraíso y El capo. No exagera: aunque las placas nones no pueden circular por la tarde-noche y las pares por la mañana, la mayoría de las calles bogotanas son grandes estacionamientos. Y eso que acá apenas hay poco menos de un millón de vehículos, tres veces menos que en el DF. Yo digo que la mejor solución para la Ciudad Chilango es que sólo manejen los ninis.

Posdata

Doctor Mancera: unos colegas me pidieron avisarle que usted ya es Jefe de Gobierno desde hace poco más de dos meses. A trabajar, ¿no?.

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* Alejandro Almazán
Periodista, escritor, Ciudad Chilango.
Estudió comunicación en la UNAM. Ha colaborado en Reforma, Milenio y El Universal y el semanario Emeequis. Es tres veces Premio Nacional de Periodismo en Crónica. Autor de Gumaro de Dios, el caníbal, Placa 36, Entre Perros y El más buscado.

(Alejandro Almazán)