Correr el Maratón como si fuera la antigua Grecia

El Hemiciclo a Juárez custodiaría, bajo la lluvia, la partida de los 20 mil participantes de la XXXII edición del Maratón de la Ciudad de México. Entre ese mar de corredores se encuentro Mario Martínez Burowick.

“Estoy muy contento, con muchas ganas de iniciar”, dice Mario, mientras inicia sus ejercicios de calentamiento.

Mario augura que cuando llegue a la meta va a derramar algunas lágrimas. “Soy bien chillón, cada que termino un maratón se me salen las lágrimas”, dice.

Él trata de emular al griego Filípides, quien en el año 490 a.C. anunciaría la victoria de los atenienses sobre los persas. No obstante, Mario será el destinatario de su propio mensaje: llegar a la meta del Maratón, significará su propia victoria. Minutos más tarde, a las 7:15, comienza su propia batalla.

Hora y media más tarde, ya corría a un costado del Auditorio Nacional. Media hora después llegaba al bosque de Chapultepec, más tarde dejaría atrás la Plaza de Toros y se enfilaría hacia la meta en el estadio Olímpico de Ciudad Universitaria.

Al cruzar la meta, tres horas y 45 minutos después de iniciar el Maratón, a Mario le brotaron lágrimas. Tenía la certeza de que su abuelo lo miraba desde el cielo. “Si tuviera a mi abuelo le daría un abrazo, le diría: ‘ya ves, cumplí mi promesa y corrí mi tercer maratón. Soy tan fuerte como tú al enfrentrar el cáncer’”,  dice Mario, el moderno Filípides, quien se retira a descansar para preparar su siguiente carrera.

(IGNACIO GÓMEZ Y ÓSCAR SANTILLÁN | MÁS POR MÁS)