Crónica | Garibaldi ‘sinfónico’ para el Papa Francisco

El reloj marca las 3:54 de la tarde, la hora de Eje Central y Bellas Artes con innumerables segundos de sol. La gente se cubre con lo que puede: sombrillas, gorras, suéteres, playeras, banderines. Los rostros quemados aparecen y también los embadurnados con bloqueador.

No es el gélido aire con el que la víspera pegaba de lleno afuera del aeropuerto, cuando los fieles y curiosos de las inmediaciones se acercaron a ver al Papa Francisco sobre la Avenida Fuerza Aérea Mexicana. Ahora todo es mucho más cálido.

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La noche del viernes, cuando aterrizó su avión en la capital, después de una escala en Cuba, el Pontífice iba hacia la Nunciatura; la tarde de este sábado 13 de febrero, ya después de haber estado por la mañana en el Zócalo, viene desde aquel búnker eclesiástico ubicado en la Guadalupe Inn. Recorrerá aproximadamente 19 kilómetros hasta la Basílica.

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Pero antes de llegar a la misa programada en el Tepeyac, pasará por este lugar donde la gente aguarda para verlo sólo unos segundos. Desde Belisario Domínguez y hacia el norte se pueden ver algunos mariachis, dispersos en la banqueta, como si esperaran encontrar en la desolada e intransitada avenida que es Lázaro Cárdenas un posible cliente. Sus caras reflejan impaciencia; sin embargo, un buen gesto se aprecia metros más adelante.

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En plena Plaza Garibaldi se escuchan las incansables guitarras y  los elegantes violines tocando La culebra (no la quebradita, sino la tradicional canción de mariachi). A su debido momento prorrumpen las trompetas.

Son alrededor de 60 mariachis que respetan el orden de una orquesta sinfónica, con los instrumentos de cuerdas adelante y los metales atrás, pero al fin y al cabo todos mezclados, con los trajes de sus diferentes agrupaciones. Hasta un hombre con atuendo jarocho y su jarana aparece en aquella formación. Sin duda, el punto más festivo de todos aquellos por los que pasará el Papa.

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El sucesor de Pedro no lo sabe, pero aquí, minutos antes de que pase en el papamóvil, los típicos músicos mexicanos se organizan para ofrecerle las notas del folclor mexicano. “¡Ya viene!”, alerta uno de ellos. Pero después se tranquilizan: alguien más dice que Su Santidad apenas está tomando el Eje Central. Entonces hay tiempo de tocar Guadalajara, Canción Mixteca y Cielito Lindo (a dos vueltas).

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Por fin se acerca el Papa y la gente estalla opacando El son de la negra. Más opaco aún es el saludo del hombre de blanco al que han estado esperando, quien transita a una velocidad desdeñosa de la música y el afecto que le pretenden mostrar los reunidos en esta zona.

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Un mariachi se queja: “Pasó bien pinche rápido”, y a esta misma velocidad se retira la gente que ha estado por horas sobre la avenida, eso sí con la alegría de haber visto al líder católico y de escuchar un concierto gratuito que pocas veces, quizá nunca, volverán a presenciar.

(Fotos: Roberto González)