“El robo”, por @AlexxxAlmazan

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Cuando llegué al estacionamiento por mi carro y los empleados tardaron casi veinte minutos para decirme que no lo tenían, confirmé que las buenas noticias siempre traen consigo una mala.

La buena fue abrir la puerta de la casa y recibir mi nuevo libro. La buena, también, fue saber que mi última novela se hará serie para la televisión. Pero la mala fue que sí, que mi auto había sido robado.

La historia es breve: a las 6.30 de la mañana, el velador sacó mi carro a la calle para tener más espacio en el estacionamiento. Después volvió a dormirse y un tipo que tenía apenas cinco días de estar trabajando en el estacionamiento se lo llevó.

Lo que ha venido después del robo es lo que normalmente ocurre en una ciudad como ésta: perder todo el día en el ministerio público, escuchar el pesimismo de los policías, reclamarle al dueño sin que éste parezca preocupado, lamentar no tener seguro y vivir en continua desesperanza.

Por un momento pensé escribirle en Twitter a Miguel Ángel Mancera, pero con todo lo que le ocurrió con el tuit de Laura Zapata hace unas semanas, supuse que el jefe capitalino creería que sólo era carrilla; luego me dije: ¿y si lo toma en serio, me ayudaría? La respuesta fue no.

También me acordé de la vez en que a una amiga le robaron su auto por una horas: bajó a cenar y, cuando terminó, el valet parking le dijo que uno de sus compañeros se lo había llevado nomás porque se le había dado la gana; el carro apareció por La Marquesa y el empleado se fue al reclusorio. Eso mismo le ha sucedido al velador del estacionamiento: está en la cárcel. En el MP me dijeron que, según las leyes, él es el responsable. La verdad me entristece que por quedarte dormido termines arrestado. Pinche vida, es muy injusta.

Ignoro si las autoridades están rastreando mi auto (en DF, en promedio, se roban 800 carros al mes, así que podrían tener mucho trabajo). Ignoro si Darío Aguilar Aguilar, el que se lo robó, lo haya vendido para desvalijarlo, para llevárselo a otro país o ande padroteando en él. Ignoro si el dueño del estacionamiento seguirá rejego, si el velador la librará o si pronto alguien llamará para decirme que han recuperado mi auto. De lo único que estoy seguro es que ese carro, de lo poco que seguía uniéndome a mi exmujer, iba a irse de un modo u otro.

El auto es un Audi A4 color plata, modelo 2007. Placas: 795UNF. Si preguntan cómo un reportero puede tener un carro así, les cuento que un amigo me lo vendió usado y se lo pagué en un año. Es decir: soy el clásico mexicano que se hace de algo bajo el esquema de los abonos chiquitos.

Ojalá alguien vea mi auto por ahí.

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*Estudió comunicación en la UNAM. Ha colaborado en Reforma, Milenio y El Universal y el semanario Emeequis. Es tres veces Premio Nacional de Periodismo en Crónica. Autor de Gumaro de Dios, El Caníbal, Placa 36, Entre Perros y El más buscado.

(ALEJANDRO ALMAZÁN)