“La abundante fermosura”, por Felipe Soto

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Por la calle, me encontré a un amigo.

–¡Ya estás más panzón! –me saludó afable.

Me di palmadas de satisfacción en la barriga.

–Es la buena vida… –le dije gustoso.

Platicamos alguna otra tontería y nos despedimos en los mejores términos.

En seguida lo olvidé. Fue hasta el día siguiente que reflexioné que si yo hubiera sido mujer, tal diálogo hubiera sido ofensivo.

Otro amigo posteó en Facebook que venía distraído con el celular y en la escalera eléctrica obstruyó el paso a una joven.

Se dio cuenta y le pidió una disculpa: “Perdón por meterme, y peor aún que no me di cuenta que estabas embarazada, peor de descortés me vi”. Ella se le quedó viendo, gélida. “No te preocupes”, le respondió, “a todos nos pasa y por cierto: no estoy embarazada.”

Durante una clase de la maestría, la profesora nos hablaba de cómo los medios influyen en la percepción. Preguntó:

–Si yo digo “belleza”, ¿ustedes qué se imaginan?

El grupo, mujeres en su mayoría, coincidió en su respuesta: “Una modelo delgada…” Discutieron un rato sobre la delgadez. Yo aventuré una opinión:

–No importa tanto la delgadez. La belleza tiene más que ver con la juventud. El peso importa, pero menos que tener un aspecto juvenil.

Estuvieron de acuerdo conmigo durante cinco segundos. Siguieron hablando de gordura, dietas y su frustración al respecto.

En una taquería por mi casa, las pantallas de televisión estaban sintonizadas en Bandamax. Video tras video, los ensombrerados cantaban dolidos por un mal amor o celebrando a su bella damita.

Ellas siempre aparecían jóvenes y delgadas. Pero ellos, sin excepción, mostraban distintos grados de obesidad, y madurez.

Ellas no parecían notar esos atributos y mansamente se dejaban seducir por tan románticos barrigones.

Un anuncio en una revista mexicana publicada hace cien años ofrecía un programa para subir de peso. Cito de memoria: “Pierda en pocas semanas la desagradable delgadez. Adquiera esa redondez y carnosidad en caderas, brazos y mejillas que la hará ver saludable y hermosa.”

En redes sociales se comparten las campañas de cierta marca de jabón que usa modelos no delgadas, o una tienda de Suecia que utilizó maniquíes no delgados, o comparativas de cómo la belleza rotunda de los años 50 fue a ser sustituida por la esquelética de los últimos años, o muestras de cómo incluso esas supermodelos ultraligeras en realidad también tienen celulitis y la combaten con una dosis de photoshop.

Una cosa es la obesidad, grave problema de salud pública en México, el segundo país con más obesidad per cápita. Otra, es la belleza: relativa, subjetiva, aprendida, impuesta. En la obsesión por la apariencia, estamos perdiendo el objetivo.

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*Felipe Soto Viterbo, escritor, editor, gordito según su novia, y profe. Nació en la Ciudad de México. Es autor de las novelas El demonio de la simetría, Verloso, Artista de la mentira y Conspiración de las cosas. Fue editor de las revistas Chilango, Time Out México y Dónde ir. Es profesor de periodismo en la Ibero y de narrativa en el Claustro de Sor Juana.

(FELIPE SOTO VITERBO | MÁS POR MÁS)