La “magia” de una cirugía

La advertencia fue clara: una sola báscula no sería suficiente para pesarla.

Gloria Lameda no se sorprendió. Episodios como la báscula doble se habían repetido toda su vida: torniquetes del Metro y asientos del cine demasiado estrechos y transporte público incapaz de darle servicio; todo por su obesidad extrema, catalogada como grado 3.

Con este panorama, Gloria llegó por primera vez al hospital Rubén Leñero, donde se ubica la Clínica Integral de Cirugía para la Obesidad y Enfermedad Metabólicas (CICOEM), donde los capitalinos tienen la oportunidad de “engraparse el hambre”.

Cargaba 125 kilos a cuestas. “Era un peso estimado, no exacto” aclara Gloria y de inmediato repite la historia de las dos básculas que se utilizaron para calcular su peso.

De esos años de obesidad extrema, Gloria recuerda la lucha constante contra una ciudad poco amigable para las personas con obesidad extrema.

Aparte de las complicaciones físicas, estaban las burlas y discriminación.

“Los gorditos somos víctimas permanentes del bullying”, dice Gloria con esa autoridad que sólo se adquiere por experiencia propia.

Cansada, Gloria llegó al hospital Leñero en enero de 2009. Días antes, leyó en un periódico que el GDF realizaría 60 cirugías gratuitas para pacientes como ella.

Fue como una señal, pues apenas un año antes había gastado los ahorros para el bypass gástrico para cubrir los costos de una enfermedad de su madre. “Donde operan a 60, operan a 61”, pensó Gloria y con esa convicción se presentó en las instalaciones de la clínica recién inaugurada por la Secretaría de Salud capitalina.

Para su suerte, el reporte periodístico era impreciso: la lista de pacientes para las 60 cirugías gratuitas apenas estaba por conformarse. Gloria fue la primera en anotarse. Para el 29 de marzo de 2009, se convirtió en la paciente número uno en practicarse el bypass gástrico sin costo alguno.

A cuatro años y medio de distancia, Gloria sigue visitando la clínica, pero ahora transmite su experiencia con nuevos pacientes, como parte de su trabajo como coordinadora de la asociación civil Keikari, dedicada a ayudar a personas con obesidad a superar esa condición, que de acuerdo a la Secretaría de Salud podría afectar hasta un millón de capitalinos.

VOLUNTAD, PRIMER REQUISITO

La voluntad para perder de peso es el requisito más importante que debe cumplir un paciente que aspira ser tratado por nosotros, explica el doctor Francisco Campos, fundador y coordinador de la clínica de cirugía contra la obesidad.

A cuatro años del inicio del programa, el especialista en gastrocirugía se nota orgulloso de lo realizado: pasar de 2 o 3 cirugías mensuales en el primer año hasta las 22 intervenciones quirúrgicas que hoy realizan mes con mes.

“Nadie opera tantos pacientes como nosotros. 22 pacientes al mes podrían parecer poco pero dadas las circunstancias de la cirugía que es complicada, es un número muy alto”, dice el doctor Campos.

MODELO EQUITATIVO

Otro aspecto importante de la clínica, agrega Campos, es la oportunidad brindada a personas sin seguridad social y de escasos recursos de practicarse una cirugía que en el sector privado oscilan entre 200 y 300 mil pesos.

“Es una cirugía muy cara en cualquier parte del mundo y esos precios la volvían prohibitiva para mayoría de habitantes con obesidad extrema de la ciudad”, dice el médico especialista en trastornos metabólicos.

MÁS CALIDAD DE VIDA

El coordinador de la clínica afirma que el cambio de vida de los pacientes después de la cirugía contra la obesidad impacta en la calidad de vida.

“El paciente obeso tiene muchísimos problemas para enfrentarse a un mundo donde los modelos de salud y de belleza son cercanos a la anorexia. Así que el impacto posterior a la cirugía es muy grande, pues la persona se reintegra no sólo a un estado de salud física, sino también emocional”, explica Campos.

Antes de finalizar la entrevista, el cirujano reitera que sin la voluntad del paciente, la medicina es incapaz de hacer milagros.

“Lo más importante es el compromiso del paciente a continuar el tratamiento de nutrición y psicología por dos o tres años. Sin seguimiento no hay éxito en ningún tratamiento”.