“Los residuos de la realidad”, por @DRabasa

Allá por los años sesenta, el Ajusco, los Pedregales de Coyoacán -para ser más precisos- eran un terreno agreste y poco transitado. Poco a poco comenzaron a llegar personas exiliadas de la miseria del campo e invadieron pedazos de tierra para construir, poco a poco, con los materiales que les fuera posible, un hogar.

Fue el caso de la familia del artista mexicano Abraham Cruzvillegas. Durante veinte años Cruzvillegas vio como su familia y “una comunidad vibrante y políticamente autogestiva” (este término es de la galería de Cruzvillegas, Kurimanzutto) construían el hogar en el que vivía con materiales improvisados simulando la siempre emergente condición económica de México.

Esto dio pie al proyecto “Autoconstrucción” que está compuesto por un video, una serie de esculturas que el artista realizó en Escocia con materiales que encontró en el campo (alambre, tornillos, madera, monedas, pelo, plumas, plástico) y algunos dibujos. Hoy, por cierto, esta serie cierra la sección de arte contemporáneo de la galería Tate en Londres.

El proyecto de Cruzvillegas ha llegado a una nueva etapa: Autodestrucción. La instalación se encuentra albergada por el Museo El Eco, lugar ideal para propiciar el diálogo entre la comunitario y lo privado, para exhibir la metamorfosis del espacio a partir de la autogestión. La muestra del artista mexicano exhibe el esqueleto de una construcción, piezas de nueva cuenta realizadas a partir de desechos y una rampa en el patio que simula a un personaje que como sus padres llegó a ocupar los predios del Ajusco al que apodaban La Pendiente (por caminar chueco).

Cruzvillegas ha dicho que “Autoconstrucción” también “es sobre el fracaso de la promesa de la vida de consumo. Materiales que la gente desecha pero también materiales que con el tiempo cambian”. En “Autoconstrucción” vemos la continuidad del ciclo: construimos a base de materiales que nos sobreviven y vivimos sobre los escombros de nuestro futuro.

El proceso de interconexión e interdependencia social y económica en el mundo parece haber alcanzado un punto de no retorno. Nuestras sociedades están basadas en modelos de consumo que generan la ilusión de progreso a partir de lo que acumulamos. De esta modernidad que vuelca el modelo sobre nosotros y que consume buena parte de nuestras vidas es de la que habla Cruzvillegas, cuyo discurso tiene una potencia tal que ha alcanzado eco en los principales espacios del pensamiento artístico en todo el mundo.

Los artistas, en su estado más elevado, nos ayudan a comprendernos mejor, a pensar en quiénes somos y en por qué somos lo que somos. La obra de Cruzvillegas es un doloroso y lúcido espejo que con pasmosa clarividencia anuncia las ruinas sobre las que descansa el modelo de desarrollo que nos rige.

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*Diego Rabasa es parte del consejo editorial de Sexto Piso y del semanario capitalino La semana de Frente.

(DIEGO RABASA)