“¡No marchen!”, por @MLopezSanMartin

¿Cuántos claxonazos no hemos dedicado a alguna marcha? ¿Cuántas veces no hemos llegado tarde por algún bloqueo? ¿Cuántas mentadas de madre no han sido destinadas a algún manifestante? ¿Cuántos atajos no han sido descubiertos por culpa de un plantón?

Las manifestaciones son parte del ADN capitalino. Hemos aprendido a vivir, a convivir y –en el extremo- hasta a quererlas. Marchas, bloqueos, plantones y sus derivados forman parte ya del paisaje urbano de nuestra Ciudad.

En torno a ellas, hay desde souvenirs (recuerditos, playeras, gorras, papas, gomitas, refrescos y cuanto más se quieran imaginar), hasta propuestas tan absurdas como construir un “Marchodromo” o confinar un carril para manifestantes. Y es que en la selva capitalina, circular por Reforma, Chapultepec, Bucarelli, Insurgentes y Calzada de Tlalpan un día cualquiera, puede derivar en un deporte para esquivar, burlar o hasta unirse a alguna manifestación.

No solo son las nutridas concentraciones de quienes se han vuelto profesionales en el negocio de la protesta, como el SME, la CNTE, los Panchos Villa o Antorcha Campesina. También son las genuinas manifestaciones de ciudadanos que demandan algún servicio o que protestan contra x o y política de gobierno.

Como sea, las marchas son ya un ente sin el cual no entenderíamos la Ciudad. Amor apache, dirían algunos. Odiadas por algunos, necesarias para otros, las manifestaciones forman parte de lo chilango.

Las tenemos locales, sí, pero no nos conformamos: ¡también importamos las que otros estados no pueden atender o las de carácter federal! Y no solo eso: vamos por el récord. Todo parece indicar que cuando termine 2013, la capital alcanzará un nuevo máximo histórico en cuanto a marchas se refiere.

En lo que va del año, han habido casi 3 mil protestas en las calles. De seguir así la tendencia, cómodamente superaremos el número de manifestaciones del año pasado –máximo histórico hasta ahora-: 7 mil 319, según la SSP.

Marchas que, además de caos vial, dejan pérdidas económicas. Cada manifestación representa perdidas que van de los 319 pesos a los 957 millones de pesos, de acuerdo con la Cámara Nacional de Comercio de la Ciudad de México. Tan solo en lo que va del año, más de 2 mil 579 comercios en la capital han tenido que cerrar, derivados de las frecuentes marchas, lo que ha dejado la perdida de más de 8 mil empleos.

Por eso, no sorprende que cada tercer día, algún integrante de la clase política local, tenga la brillante idea de regular las marchas y plantones. Idea que más bien parece ocurrencia, porque se queda en eso.

Lo que sí llama la atención es que a pesar de las pérdidas económicas, al caos vial que generan y al tiempo que se pierda en ellas, la mayoría de los ciudadanos estén a favor de las marchas. De acuerdo con una encuesta de Parametría, el 70% de los capitalinos creen que las marchas se justifican. Más aún: el 57% de los chilangos culpan a las autoridades por el elevado número de manifestaciones. Para 6 de cada 10 habitantes de la Ciudad son los gobernantes quienes “no atienden las peticiones” de quienes protestan.

Sí, la mayoría de los capitalinos ven bien que haya marchas, a pesar de que 9 de cada 10, saben que las protestas “afectan a terceras personas”. Lo dicho: las manifestaciones están en el ADN capitalino.

Nos asustan, pero nos gustan, diría el clásico. ¡No marchen!

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Adicto a twitter. Ha colaborado en Reforma, El Universal, Crónica, Emeequis y diversos espacios de radio. En Proyecto 40, conduce Informativo 40 y participa en “A que no sabías”. En el Canal del Congreso modera “Visión Universitaria”.

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(MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN)