Sobrevivir para contarlo: el sismo del 85

Este 19 de septiembre del presente a–o, se cumplen 15 a–os del terremoto que uni— a los mexicanos a travŽs de la tragedia y solidaridad. Cada a–o los residentes del Distrito Federal recuerdan con emoci—n y temor el sismo de 1985 que destruy— grandes zonas de la ciudad, provocando la muerte de 9 mil 500 personas. FOTO: Pedro Valtierra/ARCHIVO/CUARTOSCURO.COM

LOS INSTANTES DEL DERRUMBE

El tránsito vehicular se detuvo en la Calzada San Antonio Abad. Era la hora en la que ese jueves 19 de septiembre, muchas personas se dirigían rumbo a las oficinas del centro de la Ciudad de México para incorporarse a su trabajo y, también, el momento en que aquellos que pasaban por ahí vieron el colapso de los edificios de la zona. Antonio Solano, empleado de Banamex en ese entonces, fue uno de ellos.

Frente a sus ojos, una fábrica de textiles, conocido como el edificio de las costureras, se hizo pedazos. A la fecha se calcula que aproximadamente mil empleadas perdieron la vida tan solo en ese edificio, aunque las cifras que reportó el gobierno fueron mucho menores.

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“Yo ni siquiera tenía que entrar a trabajar a esa hora. Mi hora de entrada era a las nueve, pero como tomaba una clase antes de llegar a la oficina, y en esa ocasión se me había hecho tarde, decidí ir directo al trabajo. Cuando se detuvieron los autos sobre San Antonio Abad todavía pude echarme en reversa hacia una de las calles que daban  a esa calzada, pero antes ya había visto desplomarse el edificio de las costureras. Me impactó”.

Después de dejar su auto estacionado se dispuso llegar a pie hasta las oficinas del Área de Asuntos Internacionales de Banamex, localizadas en Avenida Fray Servando, casi esquina con 5 de Febrero. En su camino se encontró con polvo y ruinas. Mucha gente brincaba las rejas del Metro para salir de las vías hacia la calles, pues el tren en el que viajaban había quedado paralizado.

Este martes del a–o 2000 se cumplen 15 a–os del terremoto que uni— a los mexicanos a travŽs de la tragedia y solidaridad. Cada a–o los residentes del Distrito Federal recuerdan con emoci—n y temor el sismo de 1985 que destruy— grandes zonas de la ciudad, provocando la muerte de 9 mil 500 personas. FOTO: Pedro Valtierra/ARCHIVO/CUARTOSCURO.COM

“Recuerdo que una señora se aventó desde el segundo piso del edificio de las costureras. Estaba parada junto a otras dos personas en una de las columnas de concreto y, de pronto, saltó”.

Al llegar a Fray Servando, las nubes de humo invadían el espacio. El silencio que se vivía en esa zona era sepulcral. Fue la mano de un bombero lo que lo sacó del trance en el que se encontraba al ver desplomado el edificio donde acudía a diario. “Ayúdeme”, le dijo el uniformado y fueron hacia otro edificio en 5 de Febrero para rescatar a una persona.

Poco después reconoció a uno de sus compañeros, lleno de polvo y ensangrentado. Caminaba hacia la barda del desnivel de Fray Servando. Ahí, se sentó el herido. Mientras tanto, Antonio se reunía con las demás personaes que iban llegando para incorporarse al trabajo. Después de eso, se organizó un censo para identificar a los trabajadores que probablemente habían perdido la vida.

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No sabe con precisión cuántas personas perdieron la vida en el edificio de Banamex. Muchos de sus compañeros, en cambio, se salvaron de morir aplastados por las lozas, gracias a que entraban horas después (gran parte de ellos, a las 9:00 horas, mientras que los jefes a las 10:00). Otros más tuvieron la fortuna de que algún retraso los eximiera de la lista de víctimas fatales, como fue el caso de una de sus compañeras, con quien tiempo después se casó y tuvo tres hijos.

UN MILAGRO ENTRE LAS RUINAS 

“Doctor, sáqueme sangre y deje salir hoy a mi esposa y a mi hija”, le dijo Miguel Ángel Arias al médico encargado de atender a Juana Aguilera Paz, quien acabada de dar a luz a una niña. Miguel Ángel quería llevarse cuanto antes a sus dos seres queridos a casa, pero no eso fue posible aquel 18 de septiembre de 1985. “Señor, ¿qué podría pasar de aquí a mañana?”, fueron las palabras que le dijo el médico a aquel hombre, las mismas que hasta la fecha lleva en la memoria, relata Jazmín, su hija.

La mañana del 19 de septiembre de ese año, Miguel Ángel fue desde temprano a donar sangre al Hospital Juárez. Estaba formado cuando empezó a temblar y vio cómo se cayó el edificio donde estaba su esposa y su hija. Enseguida, él y las personas que estaban ahí fueron hacia los escombros para tratar de rescatar a sus familiares. Trataban de mover los restos del inmueble hasta donde la fuerza de sus manos y brazos les permitía. Todos quedaron sucios del polvo rojo que se desprendía de los ladrillos. El señor le ha platicado a Jazmín que no recuerda cómo regresó a casa, sin su esposa y sin su hija, tan sólo con el peso de aquella imagen del edificio que las había sepultado.

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Juana Jazmín Arias, a unos meses de haber nacido, en la portada de un diario estadounidense.

Horas más tarde, Miguel Ángel se enteró de que habían publicado una lista de sobrevivientes. En ella aparecía el nombre de Juana Aguilera Paz. La información indicaba que la habían trasladado al Hospital Infantil y de inmediato se dirigió hacia allá. Al llegar, supo que la información era incorrecta. Juana no estaba en ese lugar. Su nombre tan sólo figuraba en la pulsera de identificación de una recién nacida: su hija, a quien tiempo después bautizaría como Juana Jazmín Arias.

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Jazmín fue la primera bebé en ser hallada entre los escombros del Hospital Juárez, ubicado en la zona del Centro Histórico. Algunos aseguran que fue un bombero estadounidense quien la rescató, otros dicen que fue un mexicano, pero lo único de lo que se tiene certeza es que tuvo el expediente número uno en el Hospital Infantil, lugar al que fue trasladada para ser atendida.

Un total de 16 bebés, llamados por la prensa de entonces “niños milagro”, fueron rescatados de las ruinas del Hospital General y el Hospital Juárez, dos de los cerca de 500 edificios que sufrieron daños durante aquella fatídica mañana. A la fecha, siguen con vida 14 de los pequeños que fueron encontrados. Dos de ellos murieron después de ingresar al Hospital Infantil.

“Mi papá quedó mal después de ver cómo se había caído el Hospital Juárez. Por eso mi tía, la hermana de mi papá, y su esposo me cuidaron como si fuese su hija”, platica Jazmín. Sin embargo, eso no ha impedido que hasta ahora tenga una buena relación con Miguel Ángel, su padre biológico.

En esta imagen, algunos años después del terremoto, Juana Jazmín Arias aparece junto a los niños sobrevivientes que fueron trasladados al Hospital Infantil.
En esta imagen, algunos años después del terremoto, Juana Jazmín Arias aparece junto a los niños sobrevivientes que fueron trasladados al Hospital Infantil.

“Desde pequeña me dijeron que yo tenía dos padres: mi tío y mi papá biológico. Crecí con esa idea y cuando estaba más grande me explicaron lo que había ocurrido, sin que hubiera ningún problema”, comenta.

Cuando era niña, Jazmín tuvo dificultades para ver cualquier imagen que mostrara las consecuencias del sismo. “Sólo me veía en la televisión cuando salía en entrevistas –porque, eso sí, me gustaba verme ahí–, y si pasaban cualquier otra imagen del temblor, le cambiaba de canal”, dice. Fue hasta la adolescencia cuando pudo mirar las fotos y los videos del desastre ocurrido.

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Igual que los demás niños rescatados, Jazmín recibió atención clínica gratuita hasta los 18 años de edad, gracias a un convenio de ayuda de parte del Hospital Infantil. Ahí, los pequeños recibieron servicios médicos de todo tipo y también era en ese lugar donde regularmente los menores recibían a los medios informativos.

“Casi no me gustaba dar entrevistas. Yo prefería estar corriendo y jugando con los demás niños. Pero ni modo, tenía que estar frente a las cámaras”, confiesa Jazmín, quien agrega que durante un tiempo, cansada de hablar siempre del sismo, dejó de tener contacto con los medios y no hace mucho volvió a aceptarlos.

Después de terminar su carrera técnica de Diseño de Modas en un Cetis del Centro, estudió Diseño Gráfico en el Unitec. Tenía buenas calificaciones, sólo que mientras cursaba el segundo año decidió pasar a otra faceta: la de ser madre.

Ahora, con 30 años de edad, Jazmín sigue ocupada en darle todo lo que puede a su pequeña Cecilia Anairam, de dos años. Todos los días, Jazmín la arregla para llevarla a la escuela. Al regresar a su casa, en Iztapalapa, desayuna algo y se prepara para ir al trabajo. Su horario es muy variado, pues se encarga de repartir material a los dentistas y son ellos quienes fijan las horas para que vaya a visitarlos. A pesar de que en estas últimas semanas no ha podido verlos con frecuencia, los odontólogos no se molestan con ella, saben que las cámaras y los micrófonos estarán siempre tras de ella, año con año, septiembre a septiembre.

19/09/2015 SOBREVIVIR PARA CONTARLO

(Fotos: Cortesía de Juana Jazmín Arias, Cuartoscuro y Alfredo Boc/MxM)