“Soraya”, por Alejandro Almazán

El jueves pasado, cuando murió Soraya Jiménez, me acordé de cómo Televisa y TV Azteca le arruinaron ese día que ganó la medalla de oro. Pero déjenme contarles desde el principio. Conocí a Soraya por mera casualidad. Fue en Sydney, durante las Olimpiadas. Yo iba esa mañana a ver jugar al Dream Team y de pronto en el metro me encontré a Adolfo Cortés, un ducho reportero que sabe más de deportes que todos los de ESPN. Me contó que una chilanga participaría en pesas y que seguro ganaría una medalla. Cuando te topas a un amigo al otro lado del mundo y te dice con una serenidad a prueba de balas que caerá la primera medalla para tu país, entonces terminas por creer en las señales. Así que le dije adiós a Rudy Tomjanovich y sus muchachos basquetbolistas, y le pedí a Adolfo que me diera un curso intensivo de halterofilia. Yo digo que mi destino era ver a Soraya porque, sin saberlo, me senté al lado de una chica que toda la competencia se quejó con su madre de que le dolían las rodillas. La joven era la hermana gemela de Soraya y, por esas cosas raras que se dan entre mellizos, ella también sufría la competencia. Fue ella la que me contó del abuelo, Tomás Mendívil, quien había muerto días antes y a quien Soraya le había prometido ganar una medalla. Veinte minutos después, Soraya obtuvo el primer lugar y la hermana dejó de atormentarse. ¿Y luego? Lo que siguió fue muy triste. Cuando Soraya terminó la conferencia de prensa echó a correr por todo el complejo deportivo. Nadie sabía de qué huía. Todos iban tras ella como la cola de un cometa. A Soraya la acompañaba una reportera del periódico Esto. En algún momento, Soraya se topó con una puerta cerrada y comenzó a llorar. La reportera la agarró del cuello y la abofeteó. “¡No te me dobles!”, le gritaba. “En mi país, a esa gorda golpeadora la meterían a la cárcel”, me dijo un colega español. Entonces aparecieron dos famosos comentaristas deportivos: uno era de Televisa y el otro de TV Azteca. Frente a Soraya, se acusaban mutuamente de tener secuestrada a la familia Jiménez. El de Televisa le recordó a Soraya que había firmado un contrato y que su mamá ya estaba en el estudio, esperándola. El de TV Azteca le decía que ella se lo había prometido a David Faitelson y que por eso tenían a su padre dando vueltas en una camioneta. Es decir: las televisoras se estaban peleando a Soraya y ésta no sabía qué hacer. No sé qué hizo Soraya al final, pero Televisa y TV Azteca se comportaron como lo miserable que son. Yo ahora prefiero agradecerle a Soraya porque, por ella, escuché el himno nacional en Australia y eso fue bien chingón

(ALEJANDRO ALMAZÁN)