Trabajo para sordos, un derecho silenciado

Grecia Ocampo descubrió en la adolescencia la Lengua de Señas Mexicana (LSM). Es sorda desde que una fiebre dañó su sentido del oído, a los dos años. Hoy, con 32, su sueño es ser artista plástica.

Grecia asistió a una primaria pública, donde no era la única alumna sorda, así que creció aislada y avergonzada por no entender lo que explicaban en clase. No quiso enfrentarse más a la segregación y a los 18 años dejó la secundaria.

Hace tiempo que desea ser dibujante, pero no ha sido fácil conseguir su meta. Desde hace tres años, su jornada laboral es de 40 horas semanales en el departamento de intendencia del plantel Sur del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) de la UNAM. Gana 4 mil pesos mensuales. Como ella, sólo nueve de cada 100 sordos participan de la economía a nivel nacional, según el Censo de Población 2010.

TRABAJAR GRATIS

Grecia quiere tener un puesto laboral en la UNAM con un mejor salario. Para conseguirlo, debe tomar un curso en el área administrativa y después aprobar un examen para ocupar otro cargo.

Ha sido rechazada en dos ocasiones. Algunos de sus compañeros, con la misma antigüedad, ya son vigilantes o secretarias. Ella no puede ascender porque en el curso no hay un intérprete de LSM que la ayude en su aprendizaje, aunque lo ha solicitado a los delegados sindicales.

“Tener un trabajo digno y socialmente útil”, como lo marca la Ley General para la Inclusión de las Personas con Discapacidad, es la segunda barrera con la que se topa la comunidad sorda. La primera de ellas es la educación.

Y como Grecia, la mayoría de las personas con discapacidad que sí trabaja lo hace en actividades elementales y de apoyo. Únicamente dos de cada 100 tienen la oportunidad de ocupar puestos de funcionarios o directores.

En cuanto a salarios, las diferencias permanecen. Un persona con discapacidad gana, en promedio, dos salarios mínimos al mes (4 mil 206 pesos); pero aún en México, 14% trabaja gratis, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

Las personas sin discapacidad en esta situación suman 7.4%.

La Red Nacional de Vinculación Laboral (REVL), de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), tiene como objetivo facilitar la inclusión laboral de las personas con discapacidad, pero tampoco pueden presumir de muchos avances.

De acuerdo con el Sistema para el Control y Seguimiento de la REVL, en 2013 atendió a  mil 98 personas con discapacidad en todo el país, de estas, sólo 138 fueron colocadas en un empleo (27 mujeres y 111 hombres).

Así que esta iniciativa del Programa Nacional de Trabajo y Empleo para las Personas con Discapacidad 2014-2018 sólo ayudó a 0.002% del total de población con discapacidad en México.

“La sociedad civil y sus organizaciones han estado cubriendo las carencias del gobierno. Ellos han impulsado la mayoría de las iniciativas”, resalta Daniel Ponce Vázquez, director general adjunto de vinculación, programas educativos y divulgación del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED).

Ponce Vázquez dice que las personas sordas son las que menos acceden a su derecho a presentar una queja por discriminación. Sólo 5% de las denuncias hechas ante el Conapred fue de sordos “y no porque no sufran discriminación, tal vez no saben de este mecanismo para que se luche contra estos actos”.

RÁDIO SORDA

Los sábados a mediodía, La Pirinola A.C. tiene un programa de radio en el 660 AM, que aborda la cultura de la discapacidad. Y a través de Youtube o de lapirinola.org “se puede mirar lo que los demás escuchan”, porque sus contenidos se traducen en LSM.

VARIANTES

En nuestro país existen variaciones de la Lengua de Señas Mexicana dependiendo de la región. Por ejemplo, la Lengua de Señas Maya o la Lengua de Señas Zapatista, pero sólo la Lengua de Señas Mexicana es reconocida oficialmente; cada país tiene la propia.

* Esta es la segunda y última parte de un reportaje publicado en la edición de ayer, realizado en el marco de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación en las Américas, proyecto impulsado por el International Center for Journalists (ICFJ), en alianza con Connectas.

(Mariana Nolasco*)