“¿Y nuestro San Francisco?” por Jorge Pedro Uribe

Sígueme en: @jorgepedro San Francisco vuelve a las conversaciones gracias al nuevo Papa. Esto me pone a pensar en el San Francisco más importante de nuestra ciudad: el convento fundado en 1525 entre las actuales Eje Central, Madero, Bolívar y Venustiano Carranza, el de la primera cúpula de la capital novohispana, el más grande de América Latina, el que ocupó el terreno de la Casa de las Fieras de Moctezuma Xocoyotzin, el majestuoso convento que dejó de existir en el siglo XIX.

A pesar de que Madero es la calle más visitada del país, muchos pasamos por alto una de las joyas del convento de San Francisco: la capilla de Balvanera, enfrente del Pasaje América. Un montón de turistas orondos la fotografían sin darse cuenta de que ahí se venera una imagen de la Virgen de Guadalupe pintada sobre uno de los tablones en los que Juan de Zumárraga colocó el ayate de Juan Diego. De igual manera los caminantes solemos ignorar que en el convento de San Francisco estuvo la primera parroquia de la ciudad, la de San José de los Naturales. Poquísimos se detienen a leer la placa conmemorativa en la calle de Gante.

Al parecer resulta más atractivo pescar el Wi-Fi de la cafetería de junto. Con la desaparición de San Francisco los mexicanos perdimos un tesoro difícil de calcular y de paso un pedazote de memoria.

Guillermo Tovar de Teresa no se cansa de lamentarlo en el libro La Ciudad de los Palacios: crónica de un patrimonio perdido (1990). Recomiendo conseguirlo. Pero basta de lamentos. Mi intención es comunicar una buena noticia. Además de la capilla de Balvanera todavía quedan algunos restos valiosos del convento que nos ocupa.

Permanecen el claustro grande en el templo metodista de Gante y la capilla de San Antonio en la esquina del Eje Central y Venustiano Carranza. También ahí siguen los arcos de la sala De Profundis en la Pastelería Ideal en la calle 16 de Septiembre. A los más clavados aconsejo que le echen un ojo al edificio San Carlos, en la esquina con Bolívar, en cuyo interior se conservan algunas piedras de la capilla de los Servitas, que antes fue la de San José de los Naturales. Les lectores perdonarán tanta capilla, tanta referencia como de libro de historia, pero ya se sabe que sólo se cuida lo que se quiere y sólo se quiere lo que se conoce.

Se hace necesario conocer mejor la ciudad antes de que acabemos por entregarla a la niña de “o algo de fierro viejo que venda”. Pero ahora sí, la buena noticia: la amable Elvia, de la administración de la iglesia de San Francisco, quien conoce su historia pe a pa, me cuenta que mañana y pasado mañana, por ser los días más relevantes de la Semana Santa, se va a abrir la puerta trasera del templo, con lo cual podremos admirar la fachada que el resto del año nadie puede ver. Allá nos vemos. Y luego a buscar el Wi-Fi de la cafetería para compartir las fotos.

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*Jorge Pedro Uribe Llamas estudió Comunicación. Ha trabajado en radio, revistas y televisión. Sus crónicas sobre la Ciudad de México están en jorgepedro.com.

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