La vuelta al DF en una bicicleta

La leyenda cuenta que se sacó el melate, dejó su trabajo, compró una mansión y se dedicó a ser bicimensajero. Pero es solo eso: una leyenda. La realidad es que Rodrigo Porrúa, conocido en el mundo ciclista como El Costumbre ha sido persistente en su labor por promover el uso de la bicicleta en la ciudad.

Nacido y radicado en Azcapotzalco, Rodrigo fundó la cooperativa Bicienvía, de la que ya no forma parte pero, asegura, se convirtió en la tercera más importante de Latinoamérica. “Veíamos videos de los mensajeros de Nueva York y Washington y se nos antojó mucho”.

Después de los bicimensajeros, se convirtió en mecánico de bicicletas, las repara a domicilio y da clases de mecánica básica al cliente, para que no pague por algo sencillo de solucionar. Una de sus metas es lograr que el Gobierno de la Ciudad de México le otorgue presupuesto para iniciar un proyecto que consiste en ir a unidades habitacionales y ofrecer talleres masivos, que la gente desempolve las viejas bicis y comience a usarlas.

“Estoy en pláticas con el GDF para que apoye la difusión, pero no estoy en el presupuesto y me dicen que me espere, yo puedo hacerlo por mi cuenta, pero sí necesito apoyo porque es mecánica masiva para colonias”.

Rodrigo, quien actualmente tiene 38 años, aprendió a andar en bicicleta, como la mayoría, cuando era niño, excepto que no recuerda haberse caído durante los primeros paseos. “He sido autodidacta desde chiquito, tenía 5 años cuando aprendí, fue muy rápido”.

Un amigo lo invitó a una rodada organizada por el colectivo Bicitekas, y eso fue lo que lo motivó a sustituir su coche por una bicicleta.

“De las bicicletas me atrae el dinamismo, mientras más dinamismo más equilibrado estoy. La bicicleta me ha enseñado a ponerme en mi lugar, tengo un espacio y voy conviviendo, tengo que estar ahí aunque no quiera, a veces quiero ser el único en la vía, pero eso es la humildad: saber convivir”.

El gusto por la actividad física, cree, lo heredó de su abuela, Aurora Fernández, la primera mujer en la historia mexicana en lanzarse en paracaídas.

Otro de sus proyectos lo fundó con su novia, Carolina Casas, con quien da tours en bicicleta por el Paseo de la Reforma, el Centro Histórico, la Roma-Condesa y Coyoacán.

IP4A4547-7

“Les presto bicicletas, les explicamos la arquitectura, el folclor de un chilango y cómo llegamos a ser lo que somos. Casi siempre son turistas internacionales, equipos de trabajo como azafatas o empresas que van de viaje juntos. Las bicis son de mi socio, está planeado para 12 personas”.

Hablar con Rodrigo es contagiarte de la misma tranquilidad que te da pedalear por una calle vacía. Cree que los chilangos poco a poco se han dado cuenta de que rodar no solo es divertido los domingos en la ciclovías de Reforma, sino a la hora de rebasar a los autos en embotellamientos.

Ahora es más prudente con su manera de pedalear, pues cuando era bicimensajero, la adrenalina lo hacía circular por Viaducto, el segundo piso del Periférico o Santa Fe. Una vez el Metrobús lo atropelló de frente, se rompió varias vértebras y tiene una cicatriz que le atraviesa una mejilla, lo que le recuerda que casi pierde un ojo.

“Yo estaba en su carril porque es más fácil circular por ahí para los ciclistas en algunos lugares. Pero quedó todo en el perdón, el chofer salió libre porque el me atropelló pero yo estaba invadiendo un lugar prohibido, llegamos un acuerdo de que me pagaba la operación”.

Ahora maneja una Benotto de carga y tipo lechero, y, de hecho, cree que las bicicletas del futuro son las de carga, para ir al súper, de compras o llevar a los hijos en ellas.

“Creo que se puede hacer una ciudad ciclista, con zonas exclusivas. Pero la tendencia es lo contrario, ahora que nos ven tanto nos quieren acotar con un reglamento muy restrictivo, el nuevo reglamento es letra muerta, yo solo veo a los tránsitos en las marchas reteniendo porros”.

A Rodrigo Porrúa lo puedes contactar a través de Twitter: @elcostumbre