Por mi barrio: De rol por las leyendas

Ciertas o no, algunas leyendas urbanas fueron tan famosas en su tiempo que le dieron nombre a las calles donde sucedieron.

Entre las más conocidas se encuentra la de Juan Manuel de Solórzano, un caballero español que llegó a la Nueva España en el siglo XVII. Según la tradición, al sospechar que su esposa lo engañaba, hizo un pacto con el diablo para descubrir a su enemigo; mataría al primer hombre que pasara frente a su puerta a las once de la noche, todos los días, hasta dar con el culpable. La casa de este personaje estuvo en el número 90 de República de Uruguay, calle que hasta inicios del siglo pasado aún se llamaba de Don Juan Manuel, donde años después construyeron su residencia los condes de la Torre Cossío.

A unas cuadras hay otra muestra del imaginario popular. Para demostrar su valentía ante sus amigos, un joven aceptó el reto de atravesar un obscuro y solitario callejón en medio de la noche. Tenía que martillar un clavo en el muro como prueba, pero al hacerlo, enganchó su capa sin darse cuenta; cuando sintió que alguien lo jalaba al avanzar, el susto le quitó la vida. De ahí el nombre de la Calle de la Buena Muerte, hoy San Jerónimo entre Pino Suárez y Correo Mayor. En realidad aquí estuvieron las Casas de la Buena Muerte, creadas por los padres camilos para atender a enfermos terminales. La enorme fachada se conserva entre los números 110 y 138 de la cuadra.

En la calle de la Puerta Falsa de Santo Domingo, ahora República de Perú, tuvo lugar otro relato sobrenatural. Aquí vivía un religioso en unión libre con una mujer de escasa reputación. Una mañana ella apareció muerta; como castigo por su comportamiento, tenía las manos y los pies clavados con las herraduras que un amigo suyo le había puesto a una mula la noche anterior. La autoridad dispuso que fuera enterrada en esa misma casa, situada actualmente en el número 100.

Casi enfrente está la Arena Coliseo, el templo de la lucha libre que ha visto pasar a otro tipo de leyendas desde que abrió sus puertas en 1943. Perú fue una acequia en la época colonial, y entre sus viejos edificios y antiguas historias también sobrevive la cantina La Esperanza, un clásico del rumbo en la esquina con Allende.

Hacia el norte, Allende llevó el nombre de Puente del Clérigo, justo en el tramo del actual Mercado de la Lagunilla; en este punto estuvo un paso que cruzaba la Acequia de Tezontlale, ahora la Calle del Órgano.

La fábula narra los amores de Duarte de Sarraza, un joven noble y rico pero de malas costumbres, y Margarita Jáuregui, sobrina de un sacerdote que prohibió su relación. Para evitarlo, el enamorado mató al tío en el puente y lo arrojó a la acequia, pero poco después él mismo apareció ahí, estrangulado por un esqueleto que llevaba puesta una sotana.

El tour puede terminar en Correo Mayor, que se llamó Calle del Indio Triste desde el cruce con Moneda, donde destacan las casas del Mayorazgo de Guerrero hasta Justo Sierra.

La tradición nos habla de un indígena que trabajaba como espía del gobierno virreinal y así se hizo de grandes riquezas que lo distrajeron de sus deberes; no se dio cuenta de que cerca de él se planeaba una rebelión, y como castigo fue despojado de todo y condenado a vivir en la calle.

Ahí permaneció llorando hasta su muerte. Como recuerdo todavía se pueden ver un par de placas con la antigua nomenclatura.

 

1 Calle Órgano, donde ocurrió la fabula de los amores de Duarte de Serraza. 

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2 Cantina La Esperanza, un clásico del rumbo en la esquina con Allende. 

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3 La Arena Coliseo es el templo de la lucha libre y abrió sus puertas en 1943. 

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4 La enorme fachada de San Jerónimo, donde estuvieron las Casas de la Buena Muerte.

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5 En la calle República de Uruguay, ocurrió la terrible leyenda de Juan Manuel de Solórzano.

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6 En la calle República de Perú, tuvo lugar el asesinato de una mujer de moral distraída. 


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