The Lobster: la película obligada de la Muestra de la Cineteca

The creatures outside looked from pig to man, and from man to pig, and from pig to man again; but already it was impossible to say which was which.” –George Orwell

El cineasta griego Yorgos Lanthimos es un hombre fascinado por el misterio. Sus filmes están construidos enteramente sobre esqueletos que basan su efectividad en lo indescifrable, en lo atípico y en el asombro natural del espectador ante lo diferente. Irónicamente, la conclusión de cada una de sus creaciones es la innegable, y muchas veces aterradora, similitud que existe entre los comportamientos “antinaturales” de sus personajes y las rutinas cotidianas que repetimos hasta el hartazgo.

Tras su brillante estudio del aislamiento en pos de la pureza moral en Kynodontas (2009), Lanthimos quedó expuesto al ojo público para después consolidarse como director brillante con su cruento análisis de los procesos de duelo en Alpeis (2011). El director griego ha forjado durante los últimos seis años la bienmerecida fama de ser uno de los cineastas más prometedores de su generación. A pesar de ello, pocos podrían haber previsto una obra del calibre de The Lobster (2015): una alegoría definitiva, desbordante y perfecta sobre el amor.

Resulta complicado y casi irresponsable desglosar cualquier tipo de detalle acerca de la trama de The Lobster, ya que una de sus mayores virtudes es la forma en la que desenvuelve gradualmente las múltiples aristas de su narrativa: partiendo desde una construcción de personajes y circunstancias aparentemente incoherentes y ancladas en alegorías incomprensibles, para después hilar cada una de las piezas en una historia profundamente sólida que, a pesar de su extraordinaria complejidad, se empeña en no dejar cabos sueltos y en transmitir virtuosamente los entresijos que engendran el inabarcable concepto del amor.

Brillante como nunca, Colin Farrell regala la interpretación de su vida en el papel de David, hombre solitario que acude a un hotel especializado en tratamientos poco ortodoxos para combatir la soltería. Allí se embarcará en enfermizas dinámicas sociópatas con los también impecables John C. Reilly, Léa Seydoux, y Angeliki Papoulia, la actriz fetiche de Lanthimos.

La disección que el cineasta hace de los mecanismos en las relaciones amorosas es conceptualmente espectacular y psíquicamente demoledora. La faceta del amor como obsesión sacrificada es el eje rector del universo donde se yergue ese hotel/fortaleza que cataliza las pasiones y las potencia para destruirlas después. Es en esas paredes donde Lanthimos decide almacenar las culturales obsesiones amatorias del hombre moderno que devienen en el obsesivo deseo por encontrar pareja y en el perenne miedo a la soledad.

Violentas cacerías humanas; transmutaciones de hombres en bestias —¿no somos tan solo bestias un poco más orgullosas que el resto—; rampante misantropía; amor y odio desmedidos, son algunos de los leitmotivs que retrata la cámara de Thimios Bakatakis, fotógrafo con el que Lanthimos trabajó en Kynodontas, y con el que ahora se reencuentra en brillante comunión artística.

Poema en prosa, The Lobster es el mayor logro cinematográfico de Lanthimos y una de las alegorías más hermosas jamás filmadas sobre esa desintegración emocional: patética, violenta y epifánica, a la que de cariño llamamos simplemente amor.

Del viernes 18 al miércoles 23, Cineteca Nacional.