Uno pa’l desempance

Se desconoce la fecha exacta en que el carajillo hizo su aparición en la sobremesa mexicana. Sabemos —en todo caso— que este coctel trae sello de importación española. La historia atribuye el menjunje a los peninsulares barbados que —a finales del siglo XIX— lucharon en la guerra de independencia cubana. Quizá exhausto a causa del combate, los desvelos y el bochorno caribeño, algún miliciano gachupín inyectó su café de licor y exclamó: “¡Oztia puta! ¡Ezto ez bueno! El mundo mereze conozerlo”. A falta de brandy emplearon destilados isleños y se fueron a guerrear insuflados del coraje que les proporcionaba el trago; de ahí el nombre, palabrita curiosa que fusiona carajo y coraje, y pretende refinarse en diminutivo: ¡Mesero! ¡Dos carajillos, por favor!

El éxito de este combinado se explica en el encuentro-amigo de drogas complementarias: el licor dulce y el café amargo. El primero diluye la angustia y reblandece la conciencia; el segundo propina el levantón anímico y electriza los circuitos cerebrales. La mezcla relaja y tonifica; nos reinstala en un nivel de alerta laxo y campechano, propicio a la conversación, el paseo y retozo sexual. Aunque habrá quienes disfruten tomarlo antes del mediodía, el reloj coctelero sugiere ingerirlo de a poquito alrededor de las 4:30 P.M., al término de una comilona generosa. Y es que el carajillo es la mejor prórroga de sobremesa, el empujoncito etílico para seguir adelante con el chisme, la broma y el chacoteo.

No faltará el sabihondo que lo desprecie como un fenómeno de moda. En las aguas turbias de Internet sobran los poetas malditos que tildan al carajillo de ornamento hipster. Dicen: una bebida que piden los habituales del circuito Roma-Condesa para encubrir su vulgaridad. En la lingua franca de los conquistadores debemos responder: ¡Que oz den por culo gilipollaz! A pesar del aluvión de mierda que trae consigo la moda, esta nos ha legado bienes imponderables como la música de Snoop Dogg, las bellas que pasean whippets y —por supuesto— el licor dulce combinado con café espresso.

(José Manuel Velasco / @gueroterror)