26 días atrapados en el coche

 

 

¿Cuántas veces se ha tomado un mes de vacaciones? ¿Y qué imaginaría podría hacer durante un mes?

26 días = 624 horas = 37,440 minutos = 2’246,400 segundos ß es un poquito menos de un mes, pero no se vaya usted a emocionar: no, no es el tiempo que le darán de vacaciones, es lo que muchos empleados pasan en sus automóviles, cada año, sólo para llegar a sus oficinas y de regreso a casa. ¡Viva la #CDMX!

Quejarse del tránsito en una ciudad como esta chilanga capital nuestra es el peor de los lugares comunes. Llegué tarde porque me quedé en el tráfico, tengo que salir dos horas antes porque el tráfico es infernal, me urge ir al baño y estoy atorada en el tráfico… frases que usamos como descripción o pretexto, pero que ya no sorprenden a nadie (salvo a los fuereños primerizos). Hemos normalizado la vejación reiterada a nuestra calidad de vida: ya sólo la coloreamos de anécdotas.

Los viajes diarios que hacen 233 mil personas hacia Santa Fe (en el Poniente de la Ciudad de México) equivalen a 3 vueltas al mundo por el ecuador, según CTS Embarq México (una organización dedicada a temas de movilidad sustentable). Suena hasta glamuroso eso de darle vueltas al mundo. Sí, sólo que en este caso el viaje es mental, y el agotamiento es corporal y del alma. Porque esas tres vueltas por el ecuador son en realidad horas estancadas en calles saturadas en medio del paisaje sonoro de una ciudad desquiciada.

¿Usted qué hace cuando está parado en el tráfico, a vuelta de rueda, rumbo a su casa o al trabajo? Si va en su automóvil (o en uno compartido) tal vez pueda leer (se avanza mucho en la lectura durante los minutos de alto total), tuitear (y no me salga con eso de “no tuitee mientras maneje” si aquí nadie se mueve), recordar bonitos momentos de tiempos más fluidos (aunque sea de películas que haya visto o de historias de parientes que viven en otras latitudes), conversar con el vecino (de asiento o de calle, que al final todo es posible). Claro que también corre el riesgo de ser asaltado con la máxima impunidad (nada como un atorón de tráfico para que los ladrones se sirvan con la cuchara grande, al fin nadie los perseguirá); de quedar atrapado en un concierto de mentadas de madre (nada nos vuelve tan hostiles como estar a vuelta de rueda y de neurona en el calor de una tarde chilanga); o de desesperar y treparse por los camellones (que no se necesita ser Michael Douglas para vivir su propio Día de Furia). Y si va en el transporte público, pues el reto está en soportar la íntima convivencia de olores, humores y zangoloteos mientras se avanza (es un decir) hacia el destino (que es utopía).

Así la vida en esta chilanga ciudad nuestra. Recuerden: 26 días = 624 horas = 37,440 minutos = 2’246,400 segundos. Y luego nos sorprendemos de los estados de ánimo que nos cargamos.