‘267 retuits, 66060 tuiteros, 0 donadores’, por @mariocampos

Hace unos días pedí apoyo en tuiter para conseguir donadores de plaquetas para mi papá. El apoyo de los tuiteros fue muy generoso. Retuit tras retuit se fue expandiendo el mensaje hasta alcanzar, en menos de 24 horas, 267 réplicas o retuits.

El efecto, según Twitter Analytics, es que 66 mil 60 personas vieron el mensaje. Eso en la vida fuera de la red es un mundo de gente. El equivalente a llenar tres veces el Palacio de los Deportes. En condiciones normales habría sido un éxito extraordinario para cualquier texto de no ser porque no conseguí ni un solo donador. No sólo eso. No recibí un sólo mensaje de alguien que quisiera donar, aunque después no pudiera o no lo hiciera. El saldo: muchos retuits, ni un solo voluntario.

El propósito de este texto no es reclamar nada a nadie. Al final la sangre llegó por los canales tradicionales: amigos, familiares y sus contactos, y no por las redes sociales. O en todo caso llegó por las redes sociales analógicas, las de carne y hueso, y no por las digitales. Sé incluso que cada uno de los que compartió el mensaje lo hizo con buena fe y lo agradezco.

No pretendo decir que tuiter no sirve, ni hablaré de qué tan reales son las relaciones en las redes sociales. La red es lo que es, un espacio de diálogo, intercambio de información y un gran terreno para encontrar personas o temas con los que tenemos alguna afinidad. No es una red de filantropía y nadie que se une a ese espacio adquiere una obligación moral con los demás.

No obstante esta experiencia me ha hecho pensar, inevitablemente, en todas las veces que le di RT a una solicitud de sangre. Es más, no puedo evitar admitir que cuando lo hice tuve una sensación de bienestar. Era mi manera – al menos así lo sentía – de ayudar a otros en una situación difícil. Hoy me pregunto si, ¿habrá pasado lo mismo con los que requerían de la ayuda?

Sería absurdo sacar grandes conclusiones de esta experiencia. No se trataba de un estudio sobre las redes sino de una petición muy personal. Tampoco trataré de explicar por qué el resultado en Facebook fue distinto o qué nos hace comportarnos de una u otra forma en esos terrenos virtuales. Pero sí hay algo que me queda y que aprovecho para compartir: La próxima vez que alguien me pida un RT por algo parecido, con gusto lo haré pero con la conciencia de que es un gesto, y que si el objetivo en realidad es ayudarle tendré que hacer algo concreto que con seguridad le sirva. Eso sí me daría razones para sentirme mejor conmigo mismo.

En fin, lecciones inesperadas en tiempos personales complejos.

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(MARIO CAMPOS / @mariocampos)