A cachetadas

 

¿Cómo entienden el poder algunos de nuestros políticos? Dos estampas del gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, lo describen perfectamente. En la primera, aparece sentado en una especie de trono mientras otros hombres lo cargan. Sí, como lo leen. Y basta con buscar en google “Manuel Velasco cargado” para ver de qué hablo. Por la ropa que utilizan se entiende que es una especie de ceremonia. Da igual de qué se trate.

Un gobernante en una sociedad democrática nunca debería ponerse en una situación así pues el mensaje es evidente para todos: ustedes están para servirme y no yo para servirlos a ustedes.

La imagen, ya de por si desagradable, adquiere todavía otra dimensión al ver el video que circuló ayer en internet y en algunos espacios informativos, en el que el gobernador Velasco da un golpe en la cara, una especie de cachetada, a uno de sus colaboradores en un acto público. ¿Qué pasó que lo hizo enojar? Otra vez da igual. Nadie, nunca, debería tratar así a un colaborador.

Algunos de sus defensores señalaban ayer en redes que no era para tanto. Supongo que esos que lo dicen permitirían que su jefe o jefa los tratara así. Y por supuesto resulta inevitable pensar que si así actúa en un acto público, ¿cómo actuará en privado? El gesto es importante porque hablamos de un hombre que tiene mucho poder, que ha gastado una fortuna del erario para la construcción de su imagen y que evidentemente tiene aspiraciones políticas.

En el absurdo, ayer todavía algunos preguntaban por qué no había reaccionado el colaborador golpeado. Decir eso es no entender nada de la dinámica que ha convertido a los gobernadores en auténticos Virreyes.

El caso de la cachetada y el que aceptara ser cargado son anécdotas muy importantes pues son esas estampas, particularmente las que no son planeadas ni posadas para los medios, las que revelan la verdadera personalidad de los gobernantes, las que pintan de cuerpo entero la forma de ver a los otros, a los ciudadanos, a sus colaboradores. ¿Trataría igual Manuel Velasco a legisladores, a secretarios de Estado, al Presidente Peña? Todos sabemos la respuesta.

La crisis de la clase política mexicana cada día se intensifica. Cada vez son más cínicos, más obvios, más burdos, más descuidados. Y si el 2014 fue un año difícil, el arranque de este 2015, con hechos como éste, no promete mejorar.

Algo habrá que hacer para que sin caer en la violencia ni en la destrucción de las instituciones, los ciudadanos seamos capaces de sacudir al poder, de ponerlo de cabeza para que las cosas vuelvan al orden natural con políticos al servicio de los ciudadanos, y no al revés como claramente hoy ocurre.