Aquí no hay ningún cártel

El desplegado en el diario Ecos de la Costa decía así: “¿Tienes conocimiento sobre la producción, transportación o venta de cualquier tipo de enervantes? ¿Has visto personas armadas o sabes dónde se encuentran? Realiza tu denuncia anónima. Tel 01800 8318 235 [email protected]. El Ejercito Mexicano está de tu lado, V Región Zona Militar 20”.

Ignoro si en esta era de emails y llamadas intervenidas existen valientes que denuncien a narcos al responder un anuncio que recuerda esos afiches que 150 años atrás clamaban “Wanted” en calles de Arizona con el rostro del cowboy Billy the Kid. Pero que hace un mes las autoridades pidieran ayuda a la población de ese modo significa que admiten: “Sí, ellos están entre nosotros” y que quizá están haciendo algo (aunque sea mínimo) para que ya no lo estén.
En ese viaje que hice al litoral del Pacífico, Carlos Bautista, un mecánico, me explicó por qué los narcos adoran Michoacán: “Hay mucha sierra, ni cómo saber dónde se meten”. A su modo, el DF es un imperio de escondrijos: el entramado demográfico donde la delincuencia anida es infinito.

Cuando hace 5 años me mudé a la Del Valle solía ir a comer a una fonda de Insurgentes y en el trayecto pasaba frente al edificio 21-A de la calle Miguel Laurent. A inicios de 2011 un vehículo del Ejército me impidió caminar por ahí. Después leí en la web: “Héctor Beltrán Leyva (El H) era vecino de la Del Valle”. Juan Córdoba, asistente de dicho capo (quien también vivió en el mismo edificio), no dio a la Armada una bienvenida con café y pan dulce la mañana del 24 de enero, sino con una AK-47 y una Colt Super .38. En el edificio los agentes hallaron estos juguetes: 50 cartuchos 7.62 X 39 mm, una pistola Beretta con 14 cartuchos, 50 cartuchos .223 X 5.56 mm, 50 cartuchos 5.7 X 28 mm y un fusil Rock River Arms con 20 cartuchos. Todo eso estaba ahí, junto al Parque de Fresas, donde las mamás pasean bebés en carriolas y los niños se columpian al salir del colegio. Desde entonces el GDF gritaba: ¡estamos libres de cárteles! ¿Requerían 318 señales más para sospechar que ya éramos tierra de narco y actuar? Si tienes cáncer, lo niegas y no te tratas, la enfermedad te matará.

Apenas el 13 de mayo, Mancera declaró a Adela Micha: “La Ciudad de México no tiene la presencia, no tiene asentado un cártel”. Un mes y medio después llegó la sangrienta prueba de esa falsedad: Marco Cardona, dueño del Bar Life de la Condesa, fue asesinado a tiros; todo apunta a que rechazó pagar derecho de piso. De inmediato, antreros capitalinos denunciaron que el Cártel Jalisco Nueva Generación cotidianamente los extorsiona.
¿Y Mancera? “Independiente o PRD, independiente o PRD”, deshoja la margarita y se arregla ante el espejo para estar radiante en la carrera presidencial mientras en su propia casa irrumpen a balazos los delincuentes. Total, aquí no hay ningún cártel.