Francisco, hijo de faraón

A la presidenta del católico Comité Nacional Provida la socorren en su oficina sus amadas esencias divinas: sobre su escritorio cuelga una pintura de la Sagrada Familia, en un muro yace la Virgen del Rocío, y en la entrada el papa Juan Pablo II mira piadoso desde una foto.

Rocío Gálvez de Lara, dirigente del gran organismo antiaborto mexicano desde que la justicia señaló hace años a Jorge Serrano Limón, me abrió su puerta tres semanas atrás. Aceptó hablar con la revista Newsweek en Español, a la que dio la bienvenida con una frase automática como un rezo: “Provida defiende la vida del ser humano desde la concepción hasta la muerte natural”.

La charla avanzó aterciopelada hasta que pregunté: “Provida quedó marcado por desfalcos. ¿Eso ha cambiado?”. Alterada, soltó: “Esa pregunta no viene al caso”.

El miércoles, 20 días después, Serrano era detenido por robo al erario.

La entrevista giró: “El Estado de México tiene marcas de feminicidios. ¿El Papa debería reclamar en la misa de Ecatepec?”. Rígida como mármol, alzó la voz: “Cualquier vida perdida es una tragedia. No importa si es hombre o mujer”. Empecinado quise reformular mi inquietud y alcancé a decir “en particular los feminicidios…”, pero me calló para denunciar la Interrupción Legal del Embarazo en esta ciudad: “Mancera financia y ejecuta esta tragedia. Los bebés mueren a manos del gobierno”.

Yo quería una respuesta, no una evasiva. ¿Que el Papa reclame a Eruviel que tantas mujeres sean asesinadas?, insistí: “El gobierno de Mancera, doctores y enfermeras que debieran proteger la salud de la mamá y el bebé están aniquilando”, dijo.

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Perdí, el diálogo acabó y me fui pensando: “Provida defiende la vida si siente que a ésta la vulnera el enemigo; si la vulnera el poderoso amigo (Eruviel), de la vida no se acuerdan”.

Mi intuición sobre Ecatepec falló. El Papa se fue del país y en la misa que ahí dio la palabra “feminicidios” no existió, ni nada parecido. Luego pudo alcanzar la inmortalidad si condenaba en la tierra del pederasta Maciel a los curas y jerarcas católicos que han cometido abusos sexuales. Prefirió el silencio. Francisco se fue y no se reunió con los padres de los 43. En el vuelo de regreso se justificó: “imposible recibir a todos los grupos”. No fue imposible ver a Peña, su mujer y sus hijos; a los gobernadores Eruviel, Duarte y Velasco (y Anahí); al secretario Videgaray; a Lucero, Cristian Castro, Pandora, Pedro Fernández, Diego Verdaguer o Marco Antonio Solís.

La Virgen Morena -en el largo rato en que el Papa Francisco la miró en conmovedor y privado silencio dentro del camarín de la Basílica- debió sugerirle: “Hijo, no se te pase ver a ningún alto funcionario; menos aún a cada estrella de Televisa”.

No hay modo: desde Provida hasta el Papa Francisco, la Iglesia Católica aún pone “su confianza en los carros y caballos de los faraones actuales”.