Chilangos: maestros de la imitación

Dos muy buenos amigos míos acaban de sacar su primer libro, un juguetito simpático llamado El Libro Chilango, en el que recopilan las actitudes, filias y fobias que caracterizan a los habitantes del DF. Contribuí en el libro como pude: metiendo mano en algunos puntos y sugiriéndoles temas. Muy pocos quedaron en el libro. Sin embargo, hay uno que sí quedó, del que estoy particularmente orgulloso. En él, mis amigos hablan acerca de la falta de creatividad del chilango empresario restaurantero. Es algo en lo que he pensado desde hace tiempo: en el Distrito Federal los negocios, muchos de ellos parte de la rama culinaria o restaurantera, no innovan: hurtan, copian o repiten.

Hace poco más de cinco años llegó a México la primera heladería de yogurt. Franquicia, tengo entendido, de Pinkberry, Mojo abrió un local al sur de la ciudad. Ofrecían dos o tres sabores de helado/yogurt y una variedad nutrida de toppings: frutas, dulces y cereales para espolvorear o untar sobre nuestro postre. El concepto, probado en Estados Unidos, funcionó a tal grado que en un nanosegundo ya teníamos como 20 imitaciones, todas con nombres híper originales como Yoghurtshop, Yoghurtland, Yoghurtparadise, Yoghurtpalace y Yogen Früz (quizás estoy inventando algunos nombres, pero no me sorprendería encontrarlos en alguna esquina de la ciudad). Las copias, claro, saturaron al mercado, y hoy en día es rarísimo ver una nueva tienda de yogurt helado -¿o será helado de yogurt?- abrir sus puertas. ¿En qué radican las diferencias entre estos establecimientos? Algunos tienen mayor variedad de producto; otros permiten que el comensal se sirva lo que quiera para después pesar los contenidos. ¡Eureka!

Algo similar ocurre con los restaurantes argentinos. Amén de las diferencias en el menú, que deben ser escasas, los nombres de estos establecimientos parecen escogidos por el mismo focus group: el Diez, el Diego, el Gran Diego, el Pibe, la Mano de Dios (de nuevo: estoy casi seguro de que estos lugares existen). Al visitar el DF, cualquiera pensaría que Argentina es un país en que solo han habitado dos hombres: Diego Armando Maradona y Carlos Gardel. Al menos este fenómeno es entendible dada la cantidad de argentinos que habitan en el Distrito Federal.

Lo que es francamente incomprensible es el éxito del pub irlandés en nuestra ciudad. ¿Cuántos de estos bares tenemos? King’s Pub, Irish Pub, Celtics Pub, Great Pub, Dublin Pub, Green Pub, Pub Pub. Basto que uno solo tuviera éxito para que ahora los veamos en cada colonia, con su estruendosa música en vivo, interiores lúgubres y fachadas lamentables.

Finalmente están las marisquerías chilangas, de las que ya perdí la cuenta. En serio, ¿cuántos restaurantes en México no ofrecen tostadas de atún? Creo que solo faltan Vips y El Farolito. De nuevo, los locales chilangos intentan disfrazar el producto para que no parezca una copia: algunos rayan el poro, otros lo rebanan; algunos usan tostadas gigantes, otros optan por un tamaño más discreto. El resultado es el mismo. Como chilangos, ¿no nos cansamos de esta repetición infinita?

(DANIEL KRAUZE)