Mucho caos y poca multa

Minutos antes de las ocho de la mañana, sobre la avenida Sonora -en la Condesa- una fila de medio kilómetro de vehículos se extiende para llegar a Chapultepec y seguir hacia Polanco o dirigirse al centro-oriente de la ciudad.

 Aprovechando la falta de oficiales de tránsito, un taxi, una camioneta plateada y un Sentra gris se quedan a la mitad del cruce de Sonora y Sinaloa, con el semáforo en rojo, bloqueando uno de los carriles de circulación para los vehículos que intentan avanzar sobre Sinaloa. Primeras tres infracciones sin sancionar.

Más adelante, en la intersección de Chapultepec y Lieja, calificada como “altamente conflictiva” por la autoridad, todos los automovilistas llevan mucha prisa. Tocan el claxon. Avanzan unos metros. Se detienen. Otra vez el claxon. Se hace tarde para llegar a trabajar. Y arrecia el caos vehicular.

Desde el camellón de Chapultepec, se pueden observar varios elementos que contribuyen a crear el caos del que todos nos quejamos sin asumir el pedazo de responsabilidad que nos toca: en dos minutos y bajo la primicia de avanzar y llegar primero, los conductores se quedan a la mitad del cruce, invaden la ciclovía, obstruyen las cebras del paso peatonal y pelean cada centímetro de asfalto, todo para acercarse más a su destino. Los otros no importan. Lo importante es llegar primero.

Mientras eso sucede, un solitario policía sin “autorización” para multar busca agilizar el tráfico haciendo girar sus manos en diversas direcciones. Parece un director de orquesta al que ninguno de sus músicos le hace caso. Pero es lo único que puede hacer. Está consciente que sin hand-held no puede multar.

Al repetir esta escena en los cientos de cruces “altamente conflictivos” identificados por las autoridades, se logra entender un poco más que no son sólo las marchas las que enloquecen el tráfico capitalino.

Especialmente, si en el DF 3 millones de autos se disputan las calles diariamente, pero el medio millar de oficiales de tránsito “autorizados para infraccionar” sólo aplican cerca de 2 mil multas por día…. la mayoría de ellas, a carros estacionados.

Si tomamos los artículos del reglamento de tránsito y los dividimos por categorías, encontramos que la mayoría de multas aplicadas es a quienes cometen una irregularidad al estacionarse (60% de las 4.2 millones de multas registradas entre 2007 y 2012) .

 

TODO CAMBIÓ CON EL ‘JAN-GEL’

El martes 15 de junio de 2010, el entonces secretario de seguridad Manuel Mondragón anunció la creación del Grupo Especial de Infracciones (GEI), conformado por 500 oficiales de chaleco fosforescente con la leyenda “Autorizado para Infraccionar” y un aparato móvil (hand-held) para fotografiar e imprimir la falta al reglamento en el mismo lugar donde se cometió la violación.

Como parte de la medida, Mondragón y Kalb dividió a los agentes infractores en dos grupos: 117 para patrullar la capital en moto y otros 383 fijos en los puntos viales más conflictivos.

A los otros 2 mil policías de tránsito restantes se les encomendó la nada sencilla tarea de agilizar la circulación diaria, pero sin facultad para infraccionar. Esto significa que cada oficial, en promedio, tendría que supervisar el comportamiento de 2 mil vehículos.

El objetivo final de los cambios, dijo en aquella ocasión Mondragón, era “combatir la corrupción entre los agentes de tránsito”.

En los hechos, la reducción de oficiales infractores originó una disminución en la aplicación de multas: entre 2011 y 2012, la sanciones a particulares se redujeron 54% y las infracciones a transporte público, 69%.

Tras varios intentos fallidos por platicar con uno de esos policías de chaleco fosforescente, un oficial accede a conversar “brevemente” sobre su trabajo diario.

El agente De la Paz es uno de los 500 oficiales que sí puede multar.

“Nosotros somos móviles: cuando se requiere la infracción llega la unidad por mí y me lleva, pero sólo si me requieren en mi tramo”, explica, con orgullo, el policía.

Después cuenta cómo es el proceso por el cual los agentes de vialidad solicitan su apoyo: “Ellos hablan por radio cuando me requieren, pero tienen que ser de la misma zona. Por ejemplo, el que está allá en el Ángel llama y dice: Oye, mándame la ‘jangel’, que aquí tengo un vehículo para infraccionar”.

El oficial reconoce que el tramo de Chapultepec “de lunes a viernes, siempre es un caos”, pero considera que el caos lo generan los propios automovilistas.

“Todos llevan prisa porque tienen que llegar a donde van, además vienen malhumorados, entonces se hallan con un corte y se enojan porque no pueden pasar y tienen que dar más vuelta, y ahí empiezan con todo el caos”, dice el agente.

A la pregunta de si no cree que hagan falta más oficiales para infraccionar a los conductores que no respetan el reglamento, el policía alza los hombros y, resignado, dice: “El personal nunca va a alcanzar. Si fuera tráfico normal sería sencillo, pero luego hay marchas, desfiles y otros eventos, y para el personal que hay, pues sí está muy difícil”.

 

BLOQUEAOS LOS UNOS A LOS OTROS

Por el túnel del paso a desnivel para entrar a avenida Chapultepec no se alcanza a observar el final de la fila de vehículos que vienen desde Circuito Interior. El semáforo para tomar Chapultepec dura dos minutos, y en una situación normal pasaría un centenar de carros en ese lapso.

Pero en el DF no. Aquí en menos de diez segundos ya hay seis carros obstruyendo un carril para circular hacia la avenida. El resultado: pasan 28 carros –por un solo carril- en dos minutos. Los seis “bloqueadores” no fueron multados… y así sucede cotidianamente, ya que esta infracción es una de las menos aplicadas. En cinco años sólo 80 mil 219 automovilistas han sido multados por ello, es decir 49 al día.

Comienza a fluir el tráfico, pero después una dama a bordo de una camioneta J-Runner café decide que su necesidad de doblar a la izquierda sin esperar la flecha del semáforo es más importante que dejar pasar a quienes vienen detrás. El oficial de tránsito está a menos de cinco metros pero no amonesta a la infractora. Parece demasiado ocupado agitando sus brazos para hacer que los carros que vienen del túnel crucen la avenida sin impactarse contra los autobuses que intentan incorporarse al arroyo vehicular desde el paradero de Chapultepec.

Después de la dama de la camioneta se suman otros siete carros a la obstrucción. Y otra vez, para salir del paso a desnivel, sólo queda un carril de circulación y en dos minutos alcanzan a cruzar 27 automóviles.

La tercera luz verde fue más efectiva: pasaron 25 automóviles en menos de un minuto, pero después reinició la obstrucción del carril por los que buscan doblar a la izquierda. Al término de los dos minutos, 44 conductores lograron incorporarse a Chapultepec.

Son casi las diez de la mañana y el caos disminuye.

Tras dos horas de observación en el mismo crucero, Más por Más constató medio centenar de infracciones al reglamento de tránsito que no fueron sancionadas por ninguna autoridad.

(MANUEL LARIOS | MÁS POR MÁS)