Contra el amor    

“A ver si por fin te consigues una pareja”, dijo una madre con desesperación en plena comida familiar. Creo que todos los que estábamos en el restaurante nos dimos cuenta. El aludido, un hombre de mediana edad, miró hacia el suelo sonrojado y encajó la crítica sin defenderse. Me pregunté qué derecho tenía aquella mujer para decirle a su hijo —o cualquiera— qué hacer con su vida sentimental. La soltería, que mucha gente considera como una tara, puede ser también una elección. Ya sea por la sabiduría que confiere la experiencia, o por tener dotes adivinatorias, uno puede elegir conscientemente no empeñar su bienestar, su libertad ni su paz interior a cambio de compañía.

En un libro edificante llamado Against Love (una parte del cual se tradujo al español en La Tumbona ediciones), Laura Kipnis esgrime razones muy diversas por las cuales uno debería de pensar 100 veces antes de encerrarse en una de esas cárceles color rosa pastel llamadas “relaciones de pareja”. Desde mi punto de vista, el capítulo más convincente es uno llamado “gulags domésticos” en el cual se enumeran, durante más de 10 páginas, las cosas que uno no puede hacer cuando está en una relación: “No puedes ponerte jeans si a tu pareja no le gustan, no puedes gastarte el dinero que recibiste en herencia sin consultarlo con el otro, no puedes salir de casa sin decir la hora a la que volverás, no puedes llegar más allá de las 12 de la noche sin tener un pleito al respecto, no puedes elegir solo la fecha de tus vacaciones, no puedes decorar la casa sin negociaciones previas, no puedes llevarte con tus ex, no puedes resultarle demasiado atractivo ni demasiado sexy a los demás, pero tampoco desagradable, no puedes exteriorizar tus opiniones políticas si el otro no está de acuerdo, no puedes alegrarte de tus éxitos si el otro se siente frustrado laboralmente, no puedes tener secretos ni vida privada, mucho menos si esto atañe tu cuenta bancaria, no puedes dejar tus tampax en la basura del baño…” he ahí algunos argumentos, elegidos al azar, de los que da Kipnis. Sin embargo la presión suele ser muy fuerte contra los que elegimos vivir fuera del gulag. Me hubiera gustado llevar un ejemplar de este libro en la bolsa para regalárselo al hombre del restaurante.  Se dice y es probablemente cierto que las relaciones de pareja están cambiando mucho, pero mientras las ajustan aquellos que aún tienen la temeridad suficiente para adentrarse en ellas, los que no las tenemos esperaremos con paciencia a que se vuelvan un poco más respirables. Por favor, déjenos respirar en paz.