Cuac Cuac

A la Universidad Nacional Cuac Cuac la avala la Dirección General de Estudios del Pato Donald y Otras Aves de la Familia Anatidae. Pero además tiene un buen sistema de inteligencia. El director obtuvo mi celular (no reveló cómo) para hacerme una propuesta. Quería que diera “cátedra” de Introducción al Periodismo en esa institución privada ubicada cerca del conurbado, a 30 kms de mi casa. Dos días por semana, dos horas por día. Los honorarios eran, más o menos, tres pesos con 50 centavos la hora.

Le pedí tiempo para pensar, saqué papelito y pluma, hice cuentas a conciencia y descubrí que me gastaría un cuarto de tanque de gasolina por semana. Es decir, un tanque al mes, más cuatro horas semanales de ida y vuelta en auto, más las cuatro horas de clase. Apunté 163 contra, dos pro y concluí que mi sueldo me alcanzaría para tres caramelos del Osito Montes de cajeta y una gomita de piña, nutritivos y sabrosos pero insuficientes para alimentar a mi hija y a mí.

Llamé al director, agradecí su propuesta, extrañado preguntó por qué la rechazaba y le dije algo así: lo que me ofrece me alcanza para tres Ositos Montes y una gomita. “Me la pones complicada: es lo que está ofreciendo el mercado”, reclamó y entonces me tentó con este tip: si llegas tarde unos “minutitos” (así, en diminutivo), como hacen otros profes, no serían ni cuatro horas de clase. Contesté: “No es tan cierto, debo calificar exámenes, trabajos, preparar la clase”. Aunque se volvió a quejar con un “te pones tus moños”, de inmediato percibí en sus palabras una actitud positiva: “Dame dos días para una contrapropuesta”.

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Esperé ansioso esas 48 horas hasta que al fin me llamó. La oferta era un agasajo: 10% de incremento. Saqué mis deditos, volví a meditarlo y me di cuenta de que me alcanzaría para un cuarto Osito Montes (no así para otra gomita). Cuando dije “no, muchísimas gracias”, me pidió un último favor: hacer del conocimiento de la vacante a periodistas amigos para tener candidatos.

Lo hice, intentando ser sincero con un mensaje que decía algo por el estilo: “Colegas, la Universidad Nacional Cuac Cuac ofrece tres pesos con 50 centavos la hora de clase, queda en el (sabrán disculparme) culo del mundo. A cambio, tendrán un director muy dicharachero con los principios muy sólidos: para compensar el sueldo les ofrece llegar tarde. Felices todos: director, ustedes y sus alumnos, quienes en lo que llegan podrán echar la güeva rico, dormitar, checar el Face o flirtear un ratito extra”.

Mi hipótesis fue que mis cuates me lo agradecerían con un “Chinga bien a tu madre”.

Me equivoqué. Surgieron… ¡Bingo! Seis interesados. Sí, seis, uno de ellos con posgrado.

Un amigo al que le dije, “¿estás seguro?”, se justificó: “La cosa está jodida. Es mi primer paso. De la Universidad Nacional Cuac Cuac daré el brinquito a Oxford. Jaja”.

Y yo sonreí viendo patitos volar, feliz ante el luminoso futuro de nuestra nación.