De Oaxaca y Burdeos

Comí toda mi infancia sentada al lado izquierdo de mi padre en una mesa flaca y alargada con vista a un Alechinsky y a un Tamayo. Ese comedor marcó, sin duda, mi gusto por la cocina y la comida. Me contagió de la terrible enfermedad que padezco de acumular platos y, aunque no me transmitió el gusto por el vino —que adopté después comiendo tacos de carnitas del Venadito con un Petrus ‘73—, me enseñó a sentir emoción por lo bueno y por lo mexicano.

Oaxaca en Burdeos, ¿quién lo iba a decir? Me explico. Como parte de la tradición de invitar a grandes artistas a ilustrar etiquetas de vino como sello característico de la icónica bodega francesa Château Mouton Rothschild, Rufino Tamayo acepta en 1990 postrar su obra en la etiqueta de alguna añada. Así como lo hicieran Picasso, Chagall, el propio Pierre Alechinsky o Kapoor, el mexicano que ya triunfaba en todo el mundo colocaría un pedazo de México en ese vinazo. Y porque así es la vida, el pintor muere un año después de esa promesa de arte y vino, pero su familia honra su deseo y entrega a la familia Rothschild la obra “El brindis” para ser la etiqueta de Mouton 1998.

Confieso que llevo días estudiando la imagen. Es la cara, el cuello y los hombros de un personaje de medio perfil con nariz puntiaguda, boca abierta y tres dientes. En colores tan mexicanos, el hombre sostiene una copa y propone un brindis bajo un sol resplandeciente.

La tierra de Burdeos en aquella añada de 1998 estuvo especialmente soleada, y pienso: ¿la habrá visitado Tamayo? El sol de la etiqueta es amarillo, caliente, enorme, como el de “Dualidad”, el mural del mismo autor que da la bienvenida al auditorio del Museo de Antropología. Un sol como el que pegaba en esos ventanales del comedor de Coyoacán… Un sol como el que mueve a la mariposa que el pintor también ilustró cuando la suscrita, a los 11 años, decretaba un parque nacional. Todo está conectado.

Y así como quiero más Mouton, quiero también esa litografía firmada en 1957 y no la encuentro. Ofrezco recompensa, compartir varias copas de aquella añada, una copia del libro de mariposas Monarca que escribí y un poco de cuentos de por qué Rufino Tamayo, por qué el vino y por qué el sol. Ya ven, ando sensible.