Divorcios de caricatura, por @goliveros

La noticia de la semana sobre la separación de Homero y Marge Simpson rompería un mito más de las caricaturas: no se divorcian. El otro sobre que no se mueren lo rompen de vez en vez en el mundo de ficción, donde sólo el aguarrás podría disolverlos.

En realidad, el divorcio de Los Simpson con el auditorio viene de tiempo atrás. Cierto, la gente sigue pegada a las aventuras de la familia de Springfield, pero más como tradición que como una novedad.

La serie ha tenido en los últimos tiempos más tropiezos que aciertos. Desde el inicio de la temporada pasada, los guiones y salidas de argumento parecen efectistas y poco creativos. Como ejemplo, la muerte del padre de Krusty el Payaso. La expectativa sobre una muerte de un personaje principal de la serie avivó el interés para, de súbito, desinflarlo con un solo gag.

Lejos están los tiempos del monorriel y de la pequeña señorita Springfield, atrás está el episodio donde Michael Jackson daba voz a un demente que se creía Michael Jackson o del Homero que, atrapado en una dimensión alterna, se conocía en 3D.

Ahora, El Niño Yo No Fui es reemplazado por parodias de Boyhood y escándalos de actores que abandonan el barco por mejores oportunidades más allá del Sr Burns y Ned Flanders.

Aceptar la muerte de un concepto de televisión tan efectivo y popular es difícil. No es el único: Javier López Chabelo continúa al aire pese a que los mejores tiempos y energías han quedado atrás.

A diferencia de la televisión norteamericana, donde las temporadas dan oportunidad de continuar con una apuesta programática, en México las condiciones son distintas.

Pero de regreso a Los Simpsons, el divorcio pone a la pareja en una situación distinta y hasta de cierta modernidad. Pedro y Vilma Picapiedra nunca hubieran pensado en ese tipo de separación. Se exploró la anécdota del matrimonio sin efecto por culpa de un juez sin licencia y, en un momento de enojo total, la amenaza de Vilma sobre irse a casa de su mamá. Ni hablar de llegar a los papeles.

La conciencia conservadora de Hanna Barbera no habría, en la década de los 60, llevar hasta dicha circunstancia a sus personajes. Ahora, en una época donde la realidad está en la palma de cualquier mano, podrían ser más laxos, pero no hasta llegar al extremo de la separación en papel de una de sus parejas más famosas.

Para terminar, Disney no tiene esos problemas: Mickey y Minnie o Donald y Daisy no tienen planes de matrimonio de ninguna circunstancia y Beto y Enrique aún siguen siendo amigos…para tranquilidad de la conciencia mocha de los espectadores.

(GONZALO OLIVEROS)