Se despertó el difunto, por @apsantiago

La noche horrible avanzaba entre lapsos de sueño entrecortado. Me despertaba, revisaba el PREP, notaba que la distancia de Andrés Manuel con Peña Nieto se reducía y volvía a la cama. No quería abandonar el conteo del IFE: sentía que revisar las cifras de madrugada me recompensaría con una victoria sorpresiva, y que debía atestiguar el instante de verlo unos votitos arriba.

A las 5 ese ir y venir entre el colchón y la PC me aniquiló. Desperté agotado a las 8 am y revisé los datos: la derrota de AMLO era insalvable. Noqueado por la amargura no supe qué hacer. ¿Cómo trabajar ese lunes como si nada? ¿Cómo gozar las pequeñas cosas de la vida si el PRI se apropiaría de nuestros destinos 6 años? “¡6 años, 6!”, me repetía, y sentía el 6 como un intolerable periodo geológico. Me imaginaba en 2018, arrugado y canoso, bien magullado en la cuarta década, y me dolía que mi hija creciera al menos 6 años bajo el yugo del PRI.

Caminé al Sanborns y pedí cualquier cosa. Descompuesto por la tragedia, comí por comer

Y entonces perdí el control. En pleno restaurante, frente a las meseras de faldas oaxaqueñas, lloré sobre la taza de café y el plato de algo. Sentía la victoria de Peña como la sentencia inefable: el país se revolcaría por los siglos de los siglos en los círculos del infierno. Le habíamos dado la guadaña a nuestro verdugo para que nos cortara la cabeza, la misma guadaña con que ese verdugo, el PRI, cortó la cabeza a nuestros padres y abuelos. Lloré a chorros como bebé, quedé vacío de sal y agua porque la derrota era el fin de un hombre de ideas simples pero con buena voluntad para salvar a México de la degradación. Ante la muerte del sueño y para dejar de llorar, ese día enterré a mi Peje personal.

Tiempo después supe que AMLO, otra vez, haría una gira por todo el país para fundar MORENA. Lo maldije: comencé a percibirlo como un veterano lastimoso, entercado en una hazaña imposible. Su lucha, pensaba, era una obsesión egoísta y su partido una tabla para salvarse.

Pasaron tres años. Volví a despertarme un lunes, el último, y revisé el PREP: MORENA será la gran fuerza política del DF, gobernará al menos cinco delegaciones y tendrá mayoría en la Asamblea. Aunque no hubo lágrimas, me emocioné.

No les había faltado sentido a esos actos que el gran derrotado emprendió a sus 60 y pico de años. Todos, también él, tenemos derecho a renacer cuando se nos dé la gana aunque nos digan tarados, patéticos, tercos o ancianos

No sé si volveré a sentir por Andrés Manuel lo mismo que en 2012 y no sé si lo votaré.

Pero… pese a sus dos derrotas presidenciales, pese a que quizá ganó en 2006 y el sistema pudo más, pese al desafuero, pese a su infarto, pese a que tantos en el país nos compadecíamos al verlo, pese a que el millonario monstruo PRI-PAN buscó aplastarlo una y otra vez, se despertó el difunto. El viejo sigue. Y gana.

(ANÍBAL SANTIAGO)