¡Nos ahogamos!

Todos estamos asustados: tres días seguidos de contingencia ambiental. Días en los que cada chilango arranca su día deprimido por la nata gris que se alcanza a ver desde su ventana.

Pero quizá lo que más asusta –o lo que más debería asustarnos- es que no alcanza a verse una política pública decidida a enfrentar el problema. No sólo el problema es más urgente –lo que respiramos estos tres días-, sino las causas de la contaminación.

Lo que vemos es una política confusa, que muestra a la autoridad dando tumbos y promoviendo parches, en lugar de soluciones de fondo.

Y no es algo de ahora.

Al menos desde Andrés Manuel López Obrador y sus segundos pisos, el gobierno capitalino ha concentrado recursos y esfuerzos en promover el uso del automóvil. El colmo: eliminar la tenencia, un impuesto básico que podría usarse para enfrentar la contaminación que genera una flota de más de cinco millones de vehículos que –según los datos oficiales- crece a un ritmo de casi 4% anual.

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No hay tenencia, pero tampoco un sistema de transporte público eficiente que ofrezca alternativas.

Pero las culpas pueden repartirse más: ¿hay un “mea culpa” del PAN por promover un golpe al programa Hoy No Circula, que lanzó a las calles a miles de autos? ¿Y qué decir de los gobiernos de los estados fronterizos que asumen que el problema no es suyo porque ahí no hay contingencia?

Si sumamos, entonces, lo que ha sido la política pública de los últimos años tendríamos que hablar casi de esquizofrenia: promueven autos y cierran la puerta al transporte público, las bicicletas y los peatones. ¿Qué otra consecuencia esperábamos?

Y sumemos a un culpable más: las mismas clases medias somos corresponsables de lo que sucede. Ahí está el rechazo al Reglamento de Tránsito (el colmo es decir hoy que es el “culpable” de la contingencia) o a los carriles para bicicletas, pero también la celebración por el fin de la tenencia. Todos esos son buenos ejemplos de ciudadanos decididos a acabar con nuestro entorno.

Tampoco podemos presumir que hayamos sido capaces de exigir una política clara que ofreciera alternativas al uso de autos particulares. Parece como si la lógica fuera: mientras no haya contingencia… Hasta que nos alcanzó la crisis.

Nos ahogamos, pues, pero no veo que haya hoy una alternativa para dejar de respirar mugre. Podremos superar esta contingencia, pero lo que preocupa es que no estamos construyendo un futuro mejor. Todos.