El anEstado, por @drabasa

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En su brillante libro Campo de guerra, el escritor mexicano Sergio González Rodríguez acuñó un término que define de manera precisa la forma particular en la que está constituido el Estado mexicano. El anEstado es una estructura de poder erigida desde la ilegalidad y pensada para funcionar al margen de la ley. La corrupción y la manipulación electoral han sido desde tiempos ancestrales herramientas fundamentales para alcanzar y mantener el poder. La alternancia tanto a nivel local como federal trajo más de lo mismo. Los gobiernos panistas y perredistas han, en distintos grados y a través de diversas manifestaciones, propagado esta dinámica. No hay sino que mirar las últimas elecciones para comprobar esto. Partidos de todos los colores llegaron o retuvieron el poder con base a la cooptación de votos, el uso de recursos públicos, el establecimiento de alianzas fraudulentas con medios de comunicación y, en los casos más álgidos, el ejercicio de la violencia. El Partido Verde reinventó el concepto de la trampa y degradó mediante su deleznable campaña no sólo todo el sistema democrático mexicano, sino también la autoestima del electorado crítico que presenció con impotencia y desesperación cómo las tropelías de esta indignante agrupación política pasaron frente a nuestras narices sin consecuencias realmente trascendentes. Los escándalos de corrupción de empresas como Grupo Higa o el consorcio español OHL siguen sin ser esclarecidos y, por supuesto, sin ser penalizados en su justa medida. La policía y el ejército atentan contra los más elementales principios de preservación de los derechos humanos, como los casos de Iguala y Tlatlaya demuestran. Gobernadores y líderes sindicales enriquecidos obscenamente no sólo cumplen sus mandatos sin problema alguno, sino que en muchos casos continúan sus carreras políticas en instituciones tan importantes como el Senado de la República.

 No puede extrañarnos la proliferación de grupos criminales y su franco desafío al Estado cuando son el gobierno y los partidos políticos los que socavan su legitimidad y legalidad una y otra vez.
Por si esto fuera poco, la mentalidad prototípica de los tiempos que corren modela individuos megalómanos y egocéntricos, obsesionados con la satisfacción inmediata de sus apetitos, abocados a un consumo desenfrenado y rapaz que en buena medida promueve formas de esclavitud modernas y una consistente depredación del medio ambiente. Este entorno cohíbe la generación del único contrapeso posible que una población puede procurar para defenderse de sus gobernantes: la conformación de una sociedad equitativa, justa y solidaria. La etiología de nuestros males, como sociedad y como país, deja poco espacio para el optimismo.

En su novela Los jardines estatuarios, el escritor francés Jacques Abeille dice que cada vez que el mundo cambia de piel experimenta antes violentas sacudidas. No queda sino aferrarnos a la esperanza de que el colapso que experimentamos sea la dolorosa prefiguración de un cambio profundo y estructural.

(DIEGO RABASA)