“El David no se va. (Parte III)”, por @guillermosorno

Esta es la tercera y última columna que le dedico al tema de la remodelación de la plaza Río de Janeiro. Me han insultado por mi idea de quitar el David de la Plaza (uno me llamó fascista); me ha ido como en feria en las redes sociales por pensar que se podrían remover unos horrorosos juegos infantiles. No importa.

El punto, en realidad, no es adelantar mis ideas sobre la Plaza sino pensar cómo funcionan las cosas cuando la autoridad quiere intervenir en un espacio público en esta ciudad.

Después de un desencuentro, debido al pavoroso temblor del otro jueves, Natasha Uren, de participación ciudadana de la Cuauhtémoc se sentó conmigo a explicarme cómo estaba el asunto. Me enseñó el plan de la delegación para la remodelación de la plaza con el dinero de los parquímetros. Lo primero que debo decir es que es mucho más modesto de lo que imaginaba. Se arreglarán los árboles, las luminarias, las cebras; nada más. La mayor parte de los ingresos por concepto de parquímetros se irá para arreglar un tramo de avenida Oaxaca, entre Puebla y la Glorieta de Insurgentes que en realidad sí necesita una intervención urgente.

Pero el punto, insisto, está en cómo se toman las decisiones: Existe un organismo que decide el destino de los fondos de los parquímetros. Este cuerpo está formado por autoridades del DF (delegación, autoridad del espacio público, Secretaría de Seguridad y Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda) y un comité de vecinos, electo por medio de unas votaciones locales.

El problema es que la gente no se siente representada por este comité vecinal porque fue electo con una participación escasísima. ¿A qué atribuir tanta apatía? La culpa, pienso, la tiene la cultura política en México y su herencia autoritaria, pero también el hecho de que el cambio democrático no ha llegado del todo a las delegaciones. Podemos elegir a los delegados, pero una vez en el poder, ellos se dedican a administrar sus clientelas. La opacidad dentro de las delegaciones, además, es alarmante.

A diferencia de los Cabildos, las delegaciones no tienen contrapesos. Y como nadie participa, la mayoría de los comités vecinales no está formado por vecinos, sino por representantes de otros intereses que sí se organizan y los cooptan.

Natasha me contaba que, de hecho, los actuales comités vecinales de la Roma son de lo mejor que hemos tenido porque la discusión alrededor de la consulta de los parquímetros, promovida por el delegado Alejandro Fernández (indebidamente, según yo, pues debieron instalarse como un acto de gobierno), despertó las ganas de la gente de participar. Aunque todavía son pocos los que lo hacen, por lo menos estamos mejor representados.

En fin.  Todo esto me deja dos cosas aprendidas: a) En la Plaza arreglarán las plagas de los árboles; b) ya tengo el nombre y el teléfono del representante vecinal de mi zona. Un día de estos le voy a llamar.

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(GUILLERMO OSORNO / @guillermosorno)