“La policía y los tiros derechos”, por @lucianopascoe

Tenia yo 18 años, tomé un taxi para llegar a mi casa saliendo de un evento escolar. El taxista me recibió con el clásico “quiobo wero, a dónde”. Le dije y arrancamos. Como es típico decidió ‘cortar’ camino y dar una vuelta ilegal. Nos detuvo un policía de tránsito.

Se armó el debate. Que si sí. Que si no. Que si muy chingón el poli, que si muy guapo el taxista. Acalorados y calientes, el taxista retó al oficial: a ver si tan valiente en sus pantaloncitos, le dijo –a la fecha trato de descifrar ese reto. El policía, ante mi estupefacta mirada, se retiró la placa y se trenzaron en santa aporreada. Triunfó el taxista, que se subió moreteado al auto y continuamos nuestro camino, sin multa.

Al final entendí porque el oficial no arresto al taxista. El tiro derecho es un concepto que sólo en nuestro país aplica para oficiales de policía. Me pareció una locura. Y lo es.

Esta historia viene a cuento al ver tanto en medios de comunicación como en las redes sociales, el video de Karen Alonso, una chica de 18 años que fue golpeada por policías estatales de Aguascalientes en la feria de San Marcos.

El video no alcanza a dar cuenta de cómo inicia la trifulca, ni permite determinar si la chica esta ebria, o cuan ebria. Lo que sí logra demostrar es la honda incompetencia, ignorancia, pésima preparación y pequeñez de los policías involucrados. Tal vez un botón de muestra de lo que son nuestros cuerpos policiacos locales en todo el país.

Seamos abogados del diablo. Imaginemos que la versión policiaca es cierta. La dama, borracha hasta la nuca, avienta una botella de vidrio a la multitud y es reconvenida por los policías, quienes son agredidos por la etílica chica y acto seguido, los oficiales instruidos en las artes del sometimiento, de la anulación de la agresión, preparados para resistir con frialdad la violencia y la desmesura de los ciudadanos… le parten la madre.

En los países medianamente civilizados, esos con los que nos comparamos en turismo, en producto interno bruto, en todo lo que usted guste(menos en acceso a internet, ahí siempre perdemos ¡gracias Telmex!), la policía y más la desplegada en eventos tumultuosos con ingesta alcohólica –ósea con mucho chupe- sabe que tiene que administrar ese espacio y moverse con talento y cautela.

Hace unos años estuve en Nuevo Orleáns y tocó la casualidad de que se jugaba un partido de futbol americano colegial importante: Luisiana contra Georgia, estados vecinos y rivales. Haga usted de cuenta que un clásico Pumas-Poli.

Pues la afamada Bourbon Street, hogar de muchos bares, antros y tocadas, se llenó de universitarios muy propensos, hasta adeptos, de tomarse una alberca de tequila (de marcas desconocidas para nosotros).

Así con 15 mil estudiantes ebrios, esa calle es un hervidero de confrontaciones, escenas de celos, altercados futbolísticos, porras y excesos.

La presencia policía me sorprendió. Discreta pero implacable, hombres entrenados y preparados para lidiar con turbas, con borrachos y borrachas, para someter sin violencia desmedida, pero con suficiente energía para amedrentar a cualquier gigantón que se quiera poner guapo.

Eficientes, discretos, sin descomponer el ambiente los policías de Nuevo Orleáns actuaban con implacable velocidad y eficacia.

Esas imágenes contrastan con nuestros policías estatales de Aguascalientes. A las trompadas, jalándole las ‘greñas’, a patadas, sin ruta de detención o contención, sin objetivo, sin claridad. La madrean, la dejan tirada, la chica se levanta, les pega, la corretean, la someten.

Un desastre integral.

Desastre porque esa mujer, aún cuando hubiera incurrido en una agresión, no merece ser vejada y tratada así. Si es que merecía ser detenida, debió haber sido con profesionalismo. Con respeto. Es un desastre ver el tamaño de nuestras fuerzas policiales.

Revisen el video y es notorio que esos señores se ven como todo menos profesionales de la seguridad.

Ese es el problema recurrente de nuestro país, vemos como las policías locales están totalmente rebasadas por los eventos del crimen organizado, una marcha violenta de maestros o una muchachita borracha en una feria nunca parecen estar a la altura de la circunstancia.

Es indispensable pensar en un mecanismo que haga de nuestros policías un grupo respetable, digno, pero sobre todo capaz. Porque no hay mejor respeto que el ganado con talento, no autoritarismo y violencia.

Que dejemos de verlos como personajes con los que uno se puede echar un ‘tiro’ –nunca olvidaré al taxista y el policía, tan burros que parece fábula.

Los policías debe ser figuras de autoridad, de respeto, y ese es un trabajo compartido entre la sociedad y la autoridad para dotarlos de esa posibilidad.

Capacitados, preparados, bien remunerados, los policías estatales podrían ser una fuerza de cambio real en nuestra vida cotidiana.

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(LUCIANO PASCOE RIPPEY / @lucianopascoe)