El opositor que se subordinó

Ayer, en el avión hacia Guadalajara, un viejo amigo que al que encontré me dijo que Mancera nos había engañado a los chilangos. “Les dijo que era de izquierda, pero parece que votaron por el PRI”, sonrió con todos los dientes y yo no encontré argumentos para contravenirlo.

 Mancera no sabe operar. Si supiera, en los días en que los maestros se plantaron en el Zócalo, hubiera podido entrar a su oficina por la puerta del Ayuntamiento, pero debió hacerlo por el Palacio de Hierro de la calle Venustiano Carranza. Se dirigía al elevador de empleados, subía y cruzaba por la azotea. Dicen que hasta las moscas no sabían de qué color ponerse por la pena.

Mancera no sabe decir no. Si supiera, por ejemplo, nunca le hubiera entregado el Zócalo al señor Peña ni hubiera mandado a los trabajadores de limpia del GDF para que no quedara ningún rastro de los maestros.

Mancera no tiene astucia. Si la tuviera nunca hubiera prestado el Ayuntamiento y el Zócalo para que Televisa montara un show de buitres.

Mancera no suele ser claro en sus declaraciones. Si lo fuera diría sin ambigüedades que está en contra de la privatización del petróleo y, en una de ésas, se dejaría de mezquindades y daría la cifra correcta de la gente que sale a las calles cada vez que AMLO la convoca a defender el petróleo.

Mancera no es congruente. Su discurso ese de que “el Zócalo es de todos” lo debería poner en práctica. Tiene ya que pedirle al señor Peña que desocupe la plaza y que arregle como hombrecito el problema que él mismo ha generado con los maestros.

Mancera no tiene plan B. Si lo tuviera, por decir algo, le pediría a Televisa seguir los protocolos mundiales cuando sucede una desgracia: abrir los estadios de futbol (en esta caso el Azteca) para que fueran centros de acopio. Ahí, los helicópteros podrían aterrizar sin ocasionar accidentes, los tráilers con las toneladas de víveres tomarían carretera más rápido y habría mayor control de la gente. Pero no, al doctor lo acaban sus frivolidades.

Mancera detesta la crítica. Si la aceptara dejaría de pagar tanto a la prensa y se pondría a trabajar.

Creo que al doctor parece resultarle más cómodo tener al gobierno federal de su lado. Le aprueba presupuestos, le resuelve el caso Heaven, le promete una reforma política que el DF ya se merece.

“Pobres de ustedes”, me compadeció mi amigo, “han de extrañar un chingo al Peje y a Marcelo”.

Posdata

Se dice, se rumora que los maestros de Oaxaca se irán pronto del DF, que los líderes han llegado ya a un arreglo (caerá uno de los ex funcionarios que reprimieron a la Appo en 2006; lamentablemente no será el ex gobernador Ulises Ruiz). Si esto es cierto, Mancera no volverá a llegar a su oficina por la azotea del Palacio de Hierro.

(ALEJANDRO ALMAZÁN)