El porno de La Señorita

Escuché gritos cuando bajaba las escaleras: eran rasposos, casi viriles. En TV Azteca se suele gritar la información, como si la audiencia creciera en idéntica proporción que los decibeles y las palabras fueran bastante menos relevantes que el volumen. Lo llamativo de aquellos gritos que me topé en mis días de reportero televisivo es que se producían no al aire, en un programa, donde hubieran sido normales, sino en los pasillos de la compañía.

 “¡Cristian, Cristian!”, gritaba Laura Bozzo bajo la puerta del comedor para empleados, dando quién sabe qué orden con modos denigrantes a su novio y productor (por cierto, en agosto él admitió a la emisión peruana El Valor de la Verdad que su relación con la peruana equivalía a un “arresto” de 13 años, los que lleva el romance). Cinco o seis veces más me crucé a la conductora; calculo que en cuatro de ellas gritaba, con los músculos faciales atenazados. Tenía el mérito de ser congruente con su naturaleza: es la misma ante la cámara que sin ella. No hay poses.

En TV Azteca se hablaba mucho de “La Señorita”, una mórbida tentación, y ahí dentro todos coincidían en lo siguiente: muchos (no todos) de los casos transmitidos eran ficticios, sus invitados recibían una ofensiva paga por actuar las perversiones familiares (creo recordar que 1500 pesos) y que su programa degradaba la condición humana (degradada de por sí en nuestro país). Y todos aceptaban una vergonzosa cuarta verdad: su show, Laura de Todos, reventaba el rating. En cuanto la rubia aparecía a cuadro un diluvio de dólares caía como maná en Periférico Sur 4121. Es decir, el principio moral para sostenerla era que aportaba más dinero que ningún “talento” (famoso) de la empresa, y que muchos pero muchos talentos juntos.

Pero un día “La Señorita” renunció. Se rumoró que porque en Azteca no la consentían como la princesa que era y también porque sostenía una furiosa rivalidad con Paty Chapoy, quien al lado de “La Señorita” es Diana de Gales.

A las pocas horas, Azcárraga la contrató para Televisa. Aunque ese empresario sea condenable por 1500 razones, su inteligencia le hace saber lo que vende. No le importó: quería que las nubes de maná que “La Señorita” atraía viajaran sobre Periférico poquito más hacia el norte, hasta su oficina. Aunque sabía que otorgarle un programa diario a las 3 pm volvería a México un peor país, su principio moral fue el mismo que el de Azteca: sumar millones. Si el único fin es elevar el rating del modo que sea, un día transmitirán porno a mediodía (además, eso no alcanzaría la lascivia de Bozzo).

Sería grave, como perjura “La Señorita”, que el Grupo Relámpago del gobierno del Estado de México la hubiera integrado como rescatista (cof cof). Es más grave que ese gobierno le prestara un helicóptero oficial. Es más grave que por prestárselo dejara varada ayuda para Guerrero. Es más grave que “La Señorita” escenificara un rescate para lucrar con la tragedia de las lluvias. Es más grave que ese gobierno no acepte su culpa. Es más grave que le creamos a ella que rescató gente y que, como declaró, “Amo con toda el alma este país y si tengo que darle hasta la última gota de sangre lo voy a hacer”. Es más grave que Televisa no la despida, y es aún más grave que la Secretaría de Gobernación –que sí se escandaliza y multa si se pronuncia al aire una palabra tan altisonante como “pendejo”- no prohíba un programa que usó ilegalmente recursos públicos, que obliga al país a paladear excremento y que nos humilla a todos, pero sobre todo, a los 53 millones de pobres mexicanos.

(ANÍBAL SANTIAGO)