El retrete de Tlayacapan

Si la pregunta es, “Disculpe, ¿el baño?”, uno espera un “al fondo a la derecha, a la izquierda, allá abajo, arriba”. Jamás que la respuesta denuncie una canallada política, lo que probablemente oiga quien va al mercado municipal de Tlayacapan a echarse un taco acorazado y tenga la ocurrencia de orinar.
De mandil junto a sus ollas frente a las monumentales peñas de Morelos, el 24 de diciembre la jefa de la Cocina Trini respondió: “El baño está ahí, pero no entre”. “¿Por?” “No hay taza”. “¿Y por qué no hay?”. “Porque como la semana que viene las autoridades municipales dejan el gobierno, se la llevaron”.

Si sus dichos son verdad, aventuremos que la administración del alcalde saliente del PRI, Paulino Amaro, sacó el inodoro por una o todas estas causas: a) como vendetta al gobierno entrante de Dionisio de la Rosa, de Nueva Alianza, que le arrancó el poder en las elecciones, b) para vender el inodoro y obtener tres pesos antes de irse el 31 de diciembre, c) por el suculento placer de joder a tu especie, como cuando El Destroyer despedazaba todo mobiliario urbano que salía a su paso y que ante el furioso reclamo de la gente aducía sus motivos: “Nomáaas, nomáaas”.
No hice caso a la cocinera y entré al baño: en efecto, sobre el piso yacía el hueco sobre el que una vez hubo un retrete. Huérfano, retozaba como boca que pide alimento y halla aire.

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Ya en el DF meditaba en que el problema del saqueo del escusado obedecía menos a unos políticos ladrones que al silencio: muy pocos se habían enterado del robo. De parásitos está lleno el mundo; el drama viene si de las ruindades del poder se enteran sólo atropellados, atropelladores y cómplices, y no el resto de la sociedad.
Por esos días leí “Sobre la libertad de escribir”, ensayo de Mariano Moreno, uno de los más prestigiosos periodistas del continente en el siglo XIX. Cierra así: “La verdad, como la virtud , tienen en sí mismas su más incontestable apología; a fuerza de discutirlas y ventilarlas aparecen  en todo su esplendor y brillo: si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la  materia y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento, harán la divisa de los pueblos y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria”.
Poco después de estas palabras escritas en 1810 contra la mordaza de su gobierno, a Moreno lo mataron con gotas de antimonio en un vaso con agua.
Arranca 2016. Que el periodismo, la más enérgica fuerza contra el abuso en nuestro tiempo, rabioso siga defendiendo la verdad y revele en México todo lo posible. De lo ínfimo a lo majestuoso: lo mismo el robo de un escusado que una depravación como la Casa Blanca.
Y que este año los periodistas combatan, como dijo Moreno, el abatimiento, la ruina y la miseria, sin que contra ellos conspiren el antimonio, los cuchillos y las balas.